martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo 5

Capítulo 5
El   canto   del   Feeing



La corte real estaba constituida por cinco grandes cabezas: cada uno de ellos provenía de La Gran Central. Con sus miradas inexpresivas recorrían el salón donde se llevaría a cabo el juicio de los ladrones, que se levantaron junto con un grupo en el castillo de la reina; apenas la noche anterior y ya todo el pueblo de Laroiss junto con los ricos y poderosos, de la parte burgués de la ciudad, ya se habían enterado de todo lo ocurrido; aunque ya eran altas horas de la mañana, a decir verdad.
Una de las cinco cabezas de la corte se levantó. Se trataba de una mujer anciana, de aspecto impotente; el gran monarca del reino: su majestad, la reina Catherine. Las joyas de sus dedos y ropas no se dejaban engañar; era simplemente la mujer más rica y poderosa de toda la región Helin Fernen. Su mirada fue arrebatada por los dos jóvenes que, con sus manos atadas y sus piernas sujetas una contra la otra, eran arrastrados ante el jurado. Se trataba claro de Molly y Neil, quienes apenas recibieron la orden de salir de su celda y fueron llevados hasta los pies de la corte a rastras, literalmente.

La reina no pudo evitar mirarlos con sus claros ojos pardos en tono de reproche.
Antes que nada, ellos debían saber que si existía un alma que no conocía ni una pisca de perdón, esa era Catherine de la Feersh: Una tirana con aspecto pronunciado y claros risos blancos que se levantaban por su velo majestuosamente adornado por amuletos reales.

-Oíd bien, todos vosotros… -recitó unas palabras y todos callaron. –Los culpables serán sometidos al peor de los castigos, la horca será. En la gran plaza…
-¡Espera un momento! –interrumpió descortésmente Neil ante todos los ojos burgueses. La mirada perpleja de la señora se paralizó con la intromisión del muchacho, con lo que le lanzó una vibra llena de odio y coraje.
-Cómo osas interrumpirme… a ti, malviviente, debería de llevarte a la hoguera de inmediato. Tus pies no merecen tocar, siquiera, el palacio de gobierno, ni tu mirada merece…
-Con todo respeto, excelencia… -volvió a interrumpir, lo que provocó que la muchedumbre produjera murmullos de desaprobación ante el comportamiento del muchacho. -… es cierto que entramos a tu castillo…
-“Su” –murmuró Molly entre dientes.
-…. Su…. Castillo. Pero debo recordarle que necesitamos al menos tener un juicio justo, o algo, no nos puede echar a la horca así porque si.
-¡Yo sí puedo! –gritó su majestad casi reventando las gradas con sus arrugadas manos llenas de anillos adiamantados. -¡Yo soy la reina, se hará lo que yo ordene, cuando y como lo ordene!

Un hombre de aspecto sereno se sentó al lado de la reina y le puso su mano encima del hombro de la mujer. Ella lo miró por unos momentos y conforme avanzaba una rápida charla, que nadie podía escuchar pues de murmullos se trataba, la mujer fue tranquilizándose.
Con un movimiento de su mano hizo entender al jurado que prosiguieran con su trabajo. Con lo que se puso de pie un hombre gordo con traje de color gris claro, una corbata aprobatoriamente elegante, y un bigote bajo una pronunciada nariz redonda y rojiza. Éste se colocó en su calva cabeza una peluca blanca con rollos que le caían hasta sus hombros. Subió hasta lo más alto del estrado y se acomodó los lentes:

-Aquí al que tienen a su izquierda y mi derecha es un joven habitante de Laroiss… -tosió y prosiguió. –Neil Fernett; de 15 años de edad, sin ningún antecedente que tenga que ver con la familia real. Cargos, meses atrás, te fueron retirados por una supuesta casería de cherrons diminutos en una de las granjas a los extremos de la villa. Pero tengo entendido que no fue nada grave y que esos cargos te fueron retirados a raíz de que tú mismo devolviste a los cherrons a sus respectivas granjas.
-Sí señor. –afirmó.
-Según entiendo vives solo con tu madre, María Fernett; dueña y carnicera sénior del Abastor: tienda que está en la villa a extremos entre Sevillanha número 37 y Laxis 23, en contra esquina  con la galería de Manoelly.
-Si señor… -volvió a afirmar.
-Viendo las posibilidades de que esto no vuelva a ocurrir los cargos de robo al castillo te serán quitados gracias a que realmente no te llevaste nada del lugar. Y que no existe relación entre tú y las chicas que escaparon por los cielos con un monto significativo.
Lamentablemente para ti, desde ahora, se te tiene prohibido verte en La Gran Central, mucho menos a los alrededores del castillo y/o dentro de él. Y durante un tiempo estarás bajo observación inclusive en la villa de Laroiss. De lo contrario tu cargo será justificado como potencial peligro para la gran familia real y serás ahorcado en la plaza sin ningún tipo de juicio.
-Si señor… -replicó.
-Por lo tanto con el poder que me confía la gran familia real, todos tus cargos te son levantados y quedas libre con el condicionamiento ya dictado.

Acto después de sus palabras azotó fuertemente un pedazo de madera cuadricular al borde de la mesa. Los guardias reales recorrieron toda la sala y tomaron por los brazos al joven, lo arrastraron en contra de su voluntad hasta la saluda y lo echaron al suelo de un empujón. Cerraron la puerta tras él.
Al principio sintió alivio de que haya salido tan bien librado. Luego, conforme avanzaba por el pasillo le fue picando la curiosidad sobre el juicio de su nueva amiga.
En hincó y apegó su oreja contra la pared; al principio no logró escuchar nada, pero conforme más pasaba el tiempo su oído se acostumbraba y lograba articular sonidos a través de la pared.

-Contigo es todo completamente diferente…
-Le contaré tanto detalle cómo me sea posible. –afirmó la chica.
-Bien. –produjo el juez de sus labios, sacó una hoja de papel y una pluma ahogada en pintura desde la punta. –Nombre –ordenó.
-Molly.
-Molly ¿Qué?
-No lo sé, sólo Molly. –dijo seriamente sin ninguna especie de jugueteo.
-¿Bromista?
-Huérfana, más bien…
-Hu-erf-ana. –anotó el hombre y prosiguió. -¿Donde naciste?
-No sé con exactitud, pero fui criada en el orfanato de Lavandria.
-Muy lejos de aquí ¿No crees? –dijo y continuó. -¿Qué querían robar exactamente tú y tu pandilla?
-Eso no puedo decírtelo.
-Al menos lo lograron robar.
-Espero que mis muchachas hayan podido…

De su asiento se levantó nuevamente la reina golpeando el mentón de un hombre al lado con su abundante vestido ampón.

-¡¿Qué fue lo que se llevaron?! –pronunció intranquila.
-¿Acaso tiene tantas riquezas como para no darse cuenta lo que mis muchachas se llevaron?
-¡Está jugando con mi paciencia…!
-Mi señora, por favor… -suplicó el juez. Una vez la reina más tranquila junto con el hombre de hace unos momentos se sentó volviéndole a propinar otro golpe en su cabeza con su vestido. –Entiéndeme Molly que, con la información que has dado, no puedo hacer nada por ti. No eres nadie… a tu edad que calculo, no necesito preguntártela, es apenas un poco mayor que la del muchacho carnicero, ya has robado efectivamente a la familia real de esta ciudad. No puedes enmendarlo tampoco porque las otras ladronas ya se han ido, con lo que fuera que es, en sus manos…
-Vaya al grano –dijo franco la joven todavía sin expresión en su rostro.
-Dado el poder que me fue confiado por la gran familia real, al no poder llegar a los acuerdos para tu libertad, y siendo el cargo muy grande y en contra, directa, de la reina Catherine de la Feersh; la sentencio a la horca, mañana por la mañana, en la plaza céntrica de La Gran Central.

Todas las personas lanzaron un estruendoso aplauso ante las palabras del juez, quien se puso de pie con un pesar fácilmente reconocible.
La chica cerró los ojos y se dejó arrastrar por los guardias, los cuales, la llevarían hasta su celda de momento a que se cumpliera el tiempo prometido para su muerte.
Todas las personas salieron del gran salón. Neil después de escuchar el golpeteo de muchos pasos se puso de pie. Corrió hasta las afueras del palacio de justicia y se lanzó deprisa y desesperado calle abajo, hasta llegar a la fuente de La Gran Central; de sus ojos se soltaban lágrimas. Miró a todas partes como si buscara algo que le diera la respuesta de su sentimiento. En ese preciso momento llegó Tedd, que intempestivamente puso sus manos sobre los hombros de su amigo y lo miró extrañado a la cara.

-¿Qué ocurrió amigo? –preguntó Tedd desconcertado al ver los ojos vidriosos de Neil.
-Es que… no lo sé… pasé una noche en la celda, y… todo fue tan horrible…

Tedd se limitó a abrazar a su amigo fuertemente. Al verlo más tranquilo, después de unos minutos, le echó otra mirada pero esta vez seriamente.

-Olvida lo que pasó… me la he liado con su mamá para que se trague mi cuento. Ella piensa que te quedaste a dormir en mi casa, fui con ella a decirle que te dio indigestión la cena. Ella sabe que ahorita vas a directo a tu casa para descansar…
-Gracias amigo, pero eso…. No, no puedo dejarlo así…. Pero tengo miedo…
-¿De qué me estás hablando?

Repentinamente un mortal canto se escuchó por toda la ciudad y hasta la villa. Las personas se horrorizaron pensando que era algo fuera de lo común; era el canto del Feeing. Al principio creyeron que tenían que entrar a sus casas como era lo habitual, sin embargo, al darse mejor cuenta cayeron en la conclusión que algo andaba mal.
El canto sonó cuando no debió de haber cantado. Las personas se miraron unas a otras durante unos cuantos minutos, pero el canto no cesaba.

-El canto del Feeing… -pronunció sollozando Neil.
-Imposible, todavía no es ni medio día…

Neil calló por unos segundos. Se acercó al mirador que tenía al lado y observó que todos los pueblos vecinos también tenían sus alarmas activadas.
Con algunos no es exactamente un canto, sino luces que se prenden por todas partes como para alertar algún incidente. En otros pueblos se levantaban las autoridades y comenzaban a poner orden en las calles; en otros pueblos, un poco más lejano, se divisaba como se prendían luces rojas. En la ciudad más lejana que se podía ver desde el miraros se apreciaban zeppelines volando por todas partes.

-El mundo se ha vuelto loco de repente… -produjo Tedd impaciente por saber el porqué.

Un rumor corrió a lo largo de las calles y Neil se puso en marcha para dejar La Gran Central esperando no volver jamás. Tras él iba Tedd que se inmiscuía entre todas las personas para llegar hasta su amigo e intentar detenerlo; cosa que no logró y se limitó a seguirlo hasta donde él tuviera que llegar.
Su viaje concluyó exhaustivamente por las calles de la tecnología; en todos los televisores estaba la misma programación. Sin embargo, había mucha gente como para poder acercarse, era imposible y mucho menos escuchar lo que decía.

Sin que él se enterara de nada la gente hablaba entre sí como si de un suceso extraordinario se tratara.
Finalmente los muchachos llegaron a la tienda de Barry. Entraron de prisa y sin hacer ninguna pauta llegaron hasta la trastienda. Tedd esperaba que al alcanzar a Neil le echara tremenda reprimenda, sin embargo ambos miraban a Barry Jr; con los ojos blancos como platos, miraba el televisor como si no diera crédito a lo que escuchaba.

En la programación estaba la mujer que da las noticias. Pero por su expresión se notaba que lo que decía lo estaba viendo y escuchando todo el mundo.
Ella seguía articulando palabras; Neil y Tedd no entendían nada, pues llegaron tarde a la programación. Sin embargo, abajo, donde siempre están los encabezados de las noticias, decía:

“Monihiant Xyay, ha desaparecido”.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 4

Capítulo 4
Molly   la   Ladrona


Con cada nuevo respiro Neil y Molly se llenaban de más guardias; tanto en el puente hacia la torre sur, como también en los pasillos de las mazmorras.
Ya había pasado un buen rato cuando las hélices del helicóptero habían dejado de sonar. Se encontraba lo suficientemente lejos como para olvidar el plan A; aunque Molly era una chica joven aún ya tenía bastante experiencia en esta clase de situaciones.
Por diferentes azares de la vida ésta no era la primera vez que se metía en problemas que la obligaban a desenvainar su espada y estar rodeada por un centenar de hombres armados con la intención de capturarla.

-¿Podrás con ellos Molly? –pronunció bajo Neil aún tirado en el suelo por el golpe que le había propinado de corazón la ladrona.
-Que sepas mi nombre no te da el derecho de decirme así, aún te odio…

Su voz fue cortada por el movimiento de su hoja metálica chocando contra una de las espadas largas de un soldado. De una patada Molly logró alejarlo lo suficiente como para contraatacar con su propia arma, la cual chocó violentamente contra el escudo del guardia provocando un estruendoso sonido agudo.
Molly dio un giro y volvió a golpear su espada contra la guardia real sin grandes resultados. Todos estaban escudados en sus armaduras que eran cual murallas; era una característica muy específica de la familia real de La Gran Central: al igual que sus muros, sus guardias eran impenetrables.

-¿No traes alguna especie de arma o algo? –le preguntó al muchacho tirado sin mirarle la cara.
-Sólo soy un carnicero… todo lo que podría llevar en mis bolsillos son cuchillos y afiladores. Pero no, no llevo nada.
-Válgame, de todas las personas con las que pude haber quedado enrollada en una situación así, tuvo que ser con un niño que no trae ni una navaja para defenderse… eres patético.

Un soldado de aspecto pesado se echó al ataque contra Molly propinándole un par de movimientos lentos pero, por la expresión de la chica, eran altamente fuertes; su gruesa espada chocó contra el metal de la chica y terminó rompiéndola en el último choque. La joven se echó hacia atrás y ésta fue embestida por el escudo del soldado.
Terminó en el suelo, herida e inconsciente.

El muchacho logró lanzar un grito que se ahogó al ser golpeada su nuca. La visibilidad de Neil fue perdiendo la luz; sus ojos de pronto se cansaron y se fueron cerrando muy lentamente. Su cuerpo cayó en el suelo y dio un suspiro, que aunque él no escuchó, dio alerta a los soldados que él ya no se encontraba en sí.
Cerró los ojos y se perdió en la oscuridad.





Neil fue el primero en abrir sus avellanados orbes.
Su cuerpo se sentía húmedo como la roca sobre la que estaba acostado. Parecía escuchar agua siendo derramada; las paredes chorreaban un montón. De primera instancia divisó una cama, encima había alguien, alguien que no reconoció hasta después de unos segundos de haber tenido los ojos abiertos. Era Molly la que estaba acostada, aún inconsciente.
Neil trataba de levantarse pero sus temblorosas manos no le daban tregua a la hora de resistir el peso de su cuerpo; decidió cerrar los ojos. Volvió a contener el sueño.





Ésta vez fue despertado por Molly.
Ella con sus manos movía el cuerpo del muchacho, él sentía como si lo retuvieran mil elefantes contra el suelo. Apenas y tuvo fuerzas para abrir los ojos nuevamente. Su respiración se tranquilizó y pudo mirar a la joven que lo empujaba con su pie descalzo, estaba sentada justo a su lado con la mirada perdida.
Al mirarla pudo apreciar más el lugar donde se encontraban. Era fácilmente reconocible como un calabozo; estaban en una celda para prisioneros y los que esperaban ser enjuiciados junto con un montón de bandidos. Aún en los tiempos actuales a la reina Catherine le seguían atrayendo éste tipo de cosas; desde las torturas más arcaicas, hasta las celdas más tradicionales de la edad antigua.
El insoportable dolor de cabeza del joven carnicero no lo dejaba ponerse de pie de un salto como lo hubiera hecho en otras condiciones. En su defecto, se fue levantando poco a poco conforme su cuerpo se iba recuperando y sus brazos impulsaban su pobre ser hasta que se pudo sentar.

-¿Dónde estamos? –preguntó débil y adolorido.
-En un calabozo. –le respondió Molly desanimada. –Nos atraparon –Explicó. -… cuando desperté ya estaba aquí. Me encontraba muy débil y me subí a la cama a descansar un rato más. Tal parece que nos echaron como animales a un corral.

Neil divisó la entrada. No eran barrotes como él estaba acostumbrado a ver en las películas o en las series de televisión. Era una puerta con sólo un espacio donde podían asomar sus rostros para ver el pasillo y algunas otras celdas. A sus espaldas tenían una ventana donde podían recibir un poco de luz; tal parecía que era de día pues la luz del sol entraba apenas y rozando sus cuerpos.
El joven se levantó, sujetó su cabeza con una mano y la comenzó a apretar pensando que así el dolor desaparecería. En efecto, le sirvió lo suficiente como para ponerse en marcha y, al menos, poder terminar apoyado en un muro que chorreaba agua de dudosa procedencia.

-Hace unos momentos me dijiste que eras carnicero…
-Aprendiz de carnicero –le interrumpió y calló cerrando fuerte los ojos por el dolor de cabeza.
-¿Qué hacía alguien como tú en La Gran Central? Nuestro plan era agarrar a cualquiera que cayera en nuestras manos, pero no nos esperábamos a un mercante de Laroiss.
-Aunque te parezca patético, es un trabajo más honesto que robarle a otros. –ironizó.
-Todos tenemos nuestras razones… -dijo Molly, apartó la vista del muchacho. –Una no espera vivir toda su vida robando, esperas que llegue la oportunidad para abandonarlo todo, terminas robando primero para no morir de hambre… y luego para alguien más.
-¿Por qué ser ladrona?
-¿Por qué ser carnicero?

Hubo por un momento un silencio, que aunque no incómodo, era bastante aplastante para cualquiera de los dos jóvenes. Por sus mentes recorrieron su vida entera por unos instantes.

-Desde que tengo memoria he vivido en Laroiss con mi mamá… -explicó Neil y se fue sentando lentamente mientras lo narraba. –Ella es la dueña de la Carnicería del Abastor. Al principio me resultaba repugnante, ya sabes, tomar a cualquier animal y desollarlo con tus propias manos. A medida en que fui creciendo me interesó bastante el negocio familiar, creo que es lo más normal para un niño, seguir el ejemplo de sus padres.
Así fui convirtiéndome en el barredor, luego en el mercante andante, luego en el chico de los panfletos y ahora mi mamá me ha dado la oportunidad de finalmente convertirme en aprendiz de carnicero. Eso significa más que nada, atender a los clientes, hacer los cortes y entregárselos. Todo con el cello de garantía de mi familia.
La idea de que saliéramos con tu grupo fue de mi estúpido amigo Tedd. Él se enamora muy fácilmente y le atrajeron tus amigas, y hasta cierto punto tú.
-¿Yo? –lanzó la interrogante muy sorprendida.
-Si –contestó y prosiguió –Pero no lo tomes personal. La verdad es que no eres mal parecida.
-¡Qué insolentes! –Se puso de pie y comenzó a gritarle enojada -¡Ninguno de los dos sabe algo de mí!

Neil se guardó sus comentarios.
Sólo vio como poco a poco su enojo iba bajando hasta que ella también se sentó al otro extremo de la cámara para ver al chico de frente a lo lejos.

-Sabes… -comenzó a decirle tranquilamente, parecía que estaba deprimida. –La primera idea que le llega a una huérfana es que debe vivir su vida para conocer a las personas que la abandonaron: me refiero claro a sus padres.
Así crecí yo. En el orfanato del pueblo Lavandria; a cuatro lunas de Laroiss. Allí conocí a mucha gente, pero por más que me esforzaba nunca logré simpatizar con nadie. Ni siquiera los adultos quisieron adoptarme, nunca… poco a poco fui perdiendo mi sonrisa, hasta que un día ya no estaba en mi rostro.

Neil la miraba detenidamente.

-Al cumplir los 18 años, ya nadie te retiene en esos lugares. –explicó. –Comúnmente todos se quedan, hacen tantos amigos que no pueden darse el lujo de perderlos a todos.
Yo por mi parte en mis 18 años allí nunca conocí nada parecido a la amistad. Todos me veían de forma diferente; nadie quería jugar conmigo, ni hacer ninguna especie de actividad, ni salir, ni adoptarme, ni nada. Viví con la esperanza de que cuando pudiera salir de éste lugar iría en busca de mis padres, y así fue.
-¿Y qué pasó? –preguntó Neil con un nudo en la garganta.
-Nada más que la verdad… -replicó Molly con lágrimas en los ojos. –Una huérfana espera que el corazón de sus padres la reconocerían. Lo que más espera es que cuando llegue el momento, su vida volverá a la normalidad y que todos serían felices para siempre.
Al viajar descubrí que mi madre trabajaba en un prostíbulo. Que hijas le sobran en diferentes orfanatos. Al descubrir eso ni siquiera me molesté en conversar con ella. Fue la decepción más gran de mi vida. Sabía que lo último que quisiera hacer es seguir los pasos de mi madre.
Y mi papá…no había cumplido yo ni cuatro años en el orfanato cuando lo registraron muerto en la bahía. Ahogado en sus borracheras y drogas; la clase de vida que hubiera vivido si hubiera estado con ellos me hace preguntarme si mi destino fue horrible o lo mejor que me ha pasado en la vida.

Silencio.
Se produjo por unos momentos sólo para que la joven se pudiera limpiar sus lágrimas y continuar su historia con toda seriedad.

-Viajé, sólo por un tiempo para encontrar algo nuevo qué hacer con mi vida. Para sobrevivir tuve que robar. La primera vez que robas a otros te sientes terrible, pero tienes que sobrevivir, tienes que seguir viviendo. No puedes dejarte caer porque otros te pisarán.
A los 19 años llegué a Bornia. Una ciudad capital donde lo único que abunda son los diferentes tipos de empresas. Allí, junto con mis compañeras, tomamos un golpe fuerte; nos decidimos y después de unos días logramos entrar a una de las empresas más poderosas del mundo. Su edificio sobresale por toda la ciudad, aunque no está tan alto una ciudad como Bornia con empresas apretadas y escondidas como si de flechas se escudaran.
-Pero según sé en Bornia el único edificio que sobresale de todos los demás es…
-Si –respondió Molly. –Es el edificio de Monihiant Xyay. Uno de los muchos que tiene en todo el mundo.
-¿Trataste de robarle a Monihiant Xyay? –preguntó Neil intempestivamente.
-Fue uno de mis tantos errores. –Explicó. –Jamás pude verlo. Allí me encontré a un hombre que estaba muy interesado en que mis amigas y yo formáramos parte de un grupo de ladronas. Era eso, o entregarnos a las autoridades a responder por nuestras acciones: robarle al hombre más poderoso de la tierra.
Su nombre es Morgan Alley. La cabeza a cargo del edificio OMCPDM número 6 en la ciudad de Bornia. Él se encarga de que todo en ese lugar esté en un estricto orden.

La mirada de Neil era una combinación de desesperación pero con un toque de interés al seguir escuchando esa parte.

-… Él fue quien nos encargó que viajáramos a Laroiss. Entráramos al castillo de Catherine y robáramos una de sus gemas. Gemas que espero mis chicas las hayan encontrado y se las hayan llevado.
Y aquí estoy, contigo, encerrada por tu culpa, a punto de ser enjuiciada y morir en la horca.
-Lo lamento… -exhaló Neil entristecido.
-Descuida, tarde o temprano iba a pasar… alguien como tú va a salir libre. Pero alguien como yo, sin pasado, sin presente, sin futuro; no espera nada.

El joven evitaba cruzar mirada con ella. Era mucha su pena como para verla a los ojos y descubrir como tranquila esperaba a la muerte.
Ella se levantó y se tronó todos los huesos de su espalda en un movimiento con el que arqueo toda su columna, se lanzó a la dura cama y miró al muchacho.

-¿Cuál es tu sueño? –le preguntó seriamente.
-¿Mi sueño?
-Sí. Al menos resígnate a contestarme, no sé qué otra oportunidad tendré para hablar con alguien.
-Mi sueño… -pensó Neil por unos segundos, luego miró a la chica. –Supongo que convertirme en carnicero, y llevar la franquicia de mi madre más allá de sólo Laroiss. Tocar otras fronteras y ver lugares diferentes mientras hago lo que más me gusta: destripar y desollar la carne antes de ponerla a calentar. –dijo entre risas. -¿Y cuál es tu sueño?
-¡Bah! –gruñó Molly y se acostó con la mirada hacia el techo. –Alguien como yo no tiene sueños. Primero era ser bailarina, luego fue tener un amigo en el mundo, luego fue conocer a mis padres, luego fue superarme a mí misma. Cuando tu vida está llena de decepciones te quedas con el único sueño al que puedes seguir aspirando.
-¿Cuál? –preguntó Neil interesado.
-Seguir viviendo… -le contestó Molly y le clavó la mirada a sus ojos. Los ojos de Neil no pudieron evadir esa mirada; significaba tantas cosas en un solo segundo. Cuando estaba a punto de decir algo, la chica intervino con sus palabras. –Me recuerdas a alguien. Bueno, la primera vez que te vi te pregunté quién eras porque por un segundo, creí que eras la misma persona. Aunque por tu edad y estatura el parecido no te duró ni un segundo.
-¿A quién te recordé?
-A papá…-dijo y calló.

martes, 23 de agosto de 2011

Capítulo 3

Capítulo 3
El   Castillo   de   Catherine


Los cuatro jóvenes pasaron de largo el jardín con arbustos de diversas formas. Aunque las formas no eran precisamente aterradoras, la luz de la luna caía fría sobre las piedras y hojas; provocando un reflejo espectral, sobre su suelo árido y sin emociones.
Una de las dos chicas fue la primera en tocar las paredes del castillo, buscaba una ventana abierta o algún otro pasaje que se les haya escapado en su anterior visita al castillo.

-Me recuerda a los terroríficos castillos en los programas de televisión… -susurró Neil con sus manos en los hombros de Tedd como para no perderlo de vista.
-¿No decías que eran castillos con una belleza única y que si tuvieras la oportunidad los visitarías?
-De día no estaría nada mal…

La chica del otro extremo los chitó y abrió al momento una ventana. Ella entró, a continuación su amiga, posteriormente McLorence y al final con intimido entró Neil forzado por el brazo grueso de Tedd. Cerró la ventana tras él y todos juntos caminaron a lo largo de un pasillo.
El pasillo se extendía hacia la oscuridad; sobre ellos se prolongaba una alfombra roja que cubría el suelo azulejado en roca reflejante. Los pasos no se alcanzaban a oír más allá de sus propios oídos; sólo a lo lejos el ruido de los centinelas del castillo que merodeaban por los pasillos en busca de intrusos, sus armaduras chocaban con cada extremidad de sus cuerpos. Tal parecía que las chicas conocían un camino seguro hasta la sala de eventos y dirigieron a los chicos hasta ahí.

-¡Woooo…! -exclamó Neil al ver el enorme salón con candelabros colgando. La copa del salón era tan alta que se creía que se trataba del subterráneo de la torre más alta. Pero no era más que la sala principal del castillo.
-Aquí nos podrían ver fácilmente aunque todo esté oscuro –susurra su amigo. Su voz calló súbitamente cuando vio pasar por las escaleras superiores del salón a una joven corriendo con joyas. Tras ella corrían al menos cinco guardias, se perdieron en otra habitación al pasar de largo el extremo del salón. –El castillo anda en movimiento, deberíamos irnos, no nos vayan a confundir con esa ladrona. –pronunció Tedd.

Una de las chicas corrió por toda la sala; llegó al punto de estar peligrosamente cerca de uno de los soldados. Tomó una copa de la mesa principal y se apartó con pasos torpes. La otra chica le hizo una señal de aprobación y se fueron por el pasillo principal evitando a los muchachos.
Tedd y Neil las miraron huir. Por alguna razón Tedd detuvo a Neil antes de que éste las siguiera; normalmente Tedd es muy vacilante en sus actos, pero esa vez tenía una expresión seria y analista.

-¿Qué ocurre? –preguntó al instante Neil.
-Fuimos engañados… -tomó por unos momentos del brazo a su amigo y lo fue arrastrando a un pasillo diferente al que se habían ido las chicas. Ambos caminaron con sigilo. -… Era el plan de las chicas. Que nosotros sirviéramos como carnada para que ellas pudieran robarle a la familia real tranquilamente.
-¿Qué hacemos?

Se prendieron de repente todas las luces del castillo; por unos segundos los jóvenes quedaron cegados por su luz. Cuando recuperaron la vista ya se encontraban corriendo a donde su instinto les diera a entender.

-Tenemos que salir deprisa de éste lugar. Antes de que piensen que nosotros somos los ladrones… -Tedd se interrumpió porque al doblar en una esquina se dio cuenta que el pasillo siguiente estaba lleno de guardias reales que aguardaban al más mínimo ruido. El joven detuvo a Neil y lo empujó tras él. -, nos van a estar buscando en toda La Gran Central. Tendremos que salir por el estrecho sur del castillo y continuar por el bosque para poder evadir toda la guardia y llegar a Laroiss, con un poco de suerte nos podremos encontrar con alguna de esas chicas y golpearla en la cara…
-Creí que te gustaban –ironizó Neil con una mueca en sus labios.
-Sabes, ahora que lo dices… la riqueza eterna no va bien con mi persona.

Tedd se dio media vuelta y a lo lejos del pasillo vio que del otro lado también se acercaban guardias; se vislumbraron sus sombras en los muros barrocos. Al muchacho le invadió una muy pronta desesperación.
Explicó a Neil que se guardaran en una de las piezas que tenían a sus lados, sin embargo su corto pensamiento lleno de adrenalina le hizo empujar a Neil a una habitación y Tedd a otra, advirtiéndole que al escuchar su señal saliera lo más rápido que pueda.

El carnicero cerró la puerta con cuidado. Esperó a que todos los pasos metálicos cesaran en el pasillo; las sombras de los guardias se reflejaban por debajo de la puerta. Sostuvo su respiración por unos momentos, luego, pasaron de largo, pero Neil no escuchó ninguna señal para aprobar que saliera de la pieza por parte de su amigo; aunque idiota era con las mujeres confiaba en sus instintos. Así que decidió aguardar y darse media vuelta para sentarse en el suelo, se recargó en la gran puerta de madera.
Después de un suspiro en el suelo su cuerpo reaccionó con impresión. Se levantó de un salto; frente a él estaba una chica desconocida mirándolo con recelo.
Las facciones de la chica lo tomaron por sorpresa, era una joven verdaderamente hermosa; cabello castaño claro, sus entrecerrados ojos color nuez. Su piel blanca le hacía más fácil de reconocer a Neil la figura completa de ella; por su estatura el muchacho tomó por sentado que era mayor que él.

-¿Quién eres tú? –preguntó alterado y aún recuperándose del susto.
-Eso no te importa niño, ahora, si no te moles… -la chica se interrumpió al mirar a su atacante más de cerca. Sus ojos se abrieron más, su boca procuraba mantenerla cerrada; dibujó en sus ojos una marca de enojo e impotencia. -¿Quién eres tú?- le preguntó entre dientes.
-Eso no te importa.
-Ya me lo parecía.

Neil se distrajo un poco de su susto y se antepuso frente a ella, la miró de frente.

-Por ti y tus amigas estamos atrapados mi amigo y yo en un gran lío.
-Para tu información también nosotras estamos atrapadas en un lío enorme.
-¿Para qué necesitarían robar si son ricas?
-¡¿Tú no sabes nada?! –dijo la chica aparentemente más enojada que antes. La joven apretó su puño y le lanzó un golpe en la cara a Neil, éste retrocedió y pegó sus manos en la zona herida. –Sólo no te metas con nosotras. Les conviene, a diferencia de la reina nosotras no dudaríamos en hacerlos pedazos.

La joven se dio media vuelta y terminó de abrochar unas cuantas sábanas para que le sirvieran de cuerda y poder escapar por la ventana ya abierta del dormitorio.
Neil curioso se asomó a cuanta caída tendría que bajar la chica; al instante miró a lo lejos la villa de Laroiss demasiado chiquita. No tuvo que mirar abajo para que comenzara a darle nauseas.

-¡Estás loca, podrías matarte! –dijo alterado Neil. Se hinca en el suelo y mira por la ventaja a la altura de su nariz.
-Son los riesgos que se toman… -mencionó la muchacha al mismo tiempo que con una prenda propia se tapó los ojos. Neil podía ver como las piernas le temblaban a la ladrona.
Al estarse a punto de lanzar Neil la sujetó de su cintura y la jaló hacia él para tirarla al suelo sobre todas las sábanas. La dejó a un lado y se pone encima de ella para evitar que se levantara.
Ella se destapó su venda y miró furiosa al chico a los ojos.

-No necesito tu ayuda –le dijo y escupió en su cara. Neil la miró con ojos preocupados, por unos segundos la muchacha hizo la misma mirada. Se penetró un silencio incómodo; después de unos segundos el joven carnicero se levantó.
-Vi como te temblaban las piernas, con esa inseguridad te hubieras matado con esa caída.
-No me importa tu preocupación. Entiende que no puedo caer en manos de la guardia real… alguien como yo no duraría ni un segundo en un juicio…

En el pasillo se escuchó la voz de Tedd dándole la señal a Neil para que saliera y corriera. A su vez en vez de Neil salió la joven corriendo desesperada; empujo a Tedd al suelo y corrió por el pasillo contrario a los guardias. Tedd se levantó rápidamente y miró a Neil con ojos de picardía.
Neil lo ignora y corre junto con él. Entre sus manos tomó la hilera de sábanas y las mostró a su amigo.

-Aunque si me da curiosidad amigo, la verdad es que no me interesa conocer las sábanas donde la hiciste tuya –le mencionó burlón McLorence.
-Que encantador comentario, pero no hablaba de eso. Tenemos que bajar lo suficiente y escapar con esto por alguna ventana.
-Gran plan… pero ahora sí, sobre la chica…
-Calla Tedd, yo la vi primero –le dijo sonriente Neil al momento en que doblaron una esquina libre de guardias.
-Estoy dispuesto a pelear por ella, ¿Sabes? –replicó de la misma manera Tedd.
-Eres tan fácil de enamorar…
-¿Qué puedo decir? Soy un alma romántica por excelencia, aparte de apuesto.
-¿No dijiste hace unos momentos que las golpearías en la cara?
-Me dolería más a mí que a ellas…

Se detuvieron por unos momentos al escuchar un grupo de guardias acercarse por el siguiente cruce. Ambos se escondieron bajo unas mesillas en el pasillo; los guardias iban ya decididos a atrapar a una de las chicas que se acorraló por sí sola en uno de los puentes hacia las torres.
Los comentarios de los soldados no llegaron a oídos sordos. Neil en vez de correr forzado hacia la salida, miró a los soldados de espaldas.

-Ojalá no estés pensando en lo que creo… -le dijo Tedd desanimado.
-Si yo conozco tus rostros, tú conoces los míos.

Neil fue tras los soldados corriendo a toda prisa. Tedd a lo lejos lo seguía gritando palabras que lo hicieran detenerse, al no poder pararlo lo siguió hasta que Neil mismo se detuvo en uno de los ventanales del pasillo. Divisó a lo lejos como los soldados se iban agrupando uno por uno en el puente de la torre y estaban acechando a la joven que ya antes había conocido.
La joven estaba en medio del puente y de ambos lados comenzaban a acercarse con mucha precaución los soldados con lanzas y escudos.

Neil ató bien el extremo de las sábanas a uno de los santos de piedra que estaban en los muros del castillo.

-¡Neil, no! –le gritó Tedd. Lo sostuvo de su cinturón y lo miró serio. –Tú le temes a las alturas, no llegarás jamás ahí abajo.
-Encantador comentario –ironizó el muchacho temblando de miedo.
-Tenemos que salir de aquí. Los guardias están distraídos con ella…
-Creí que dijiste que lucharías por ella –mencionó Neil con una sonrisa forzada.
-Bueno, pensándolo mejor…

Antes de que Tedd pudiera terminar su oración; el otro muchacho se desabrochó su cinturón y se echó sin pensarlo. Al principio no tomó la trayectoria correcta. Se pegó a los muros y comenzó a correr sobre ellos, se impulsó y con su vuelo logró llegar hasta donde estaba la chica en apuros. Su impulso fue suficiente para tomarla entre sus brazos y alejarse del puente; la muchacha conmocionada vio el rostro de Neil sin mucho afán; cuando estuvo a punto de darle una cachetada el joven perdió el control de la hilera de sábanas.
La trayectoria se perdió y se rebobinó a su origen, aunque no en el mismo lugar, cayeron en la entrada del puente hacia el castillo; aún con todos los soldados en el puente de roca más aparte los que estaban dentro de la mazmorra. Los jóvenes se levantaron. Al menos en el caso de la muchacha lo miró furiosa.

-¡Eres un idiota! –le gritó.
-¡Oh vamos! Me vas a decir que ya lo tenías todo controlado, y que te vine a estorbar de todas maneras…

Las pobres palabras alentadoras del joven callaron súbitamente cuando de pronto un helicóptero pasó con una escalera colgando en su parte inferior. La escalera junto con la trayectoria del vehículo pasaron por el mismo lugar donde se encontraba la joven antes de ser “rescatada” por Neil.
A lo lejos se escuchaban las palabras de las otras chicas sobre el helicóptero, preguntándose dónde estaba su jefa. Finalmente siguiendo el código: pasaron de largo y se fueron con el motín que pudieron.

-…. Ah…. –dijo a secas el joven decepcionado de sus actos. –Supongo que lo arruiné todo.
-¿Tú crees? –lanzó un comentario sarcástico luego de volver a clavarle una mirada furiosa sobre los ojos del muchacho. –No te conozco, pero ya te odio.
-Mi nombre es Neil Fernett, soy carnicero en…
-¡No me importa! –le interrumpió drásticamente clavándole otro golpe en su rostro. Ignorando los quejidos del muchacho ella blandió una espada proveniente de su cinturón. La sujetó firmemente del mango, dio un enorme suspiro y apartó su mirada un momento de la acción y la prestó más tranquila al muchacho. –Yo soy Molly, sólo Molly.

lunes, 22 de agosto de 2011

Capítulo 2

Capítulo 2
La   Gran   Central


Las estrellas se pusieron. Todos los faros de luz se prendieron en la villa de Laroiss. La noche le caía tan bien.
Los establecimientos volvieron a prender sus luces; la gente, elegante, salió de las tiendas y casas, dejaron atrás sus aparatajes vidas y se lanzaron a la noche. Laroiss estaba llena de misterios en sus casinos, el bule; con sus bellas muchachas vestidas en plata por toda la calle.

De la tienda de Barry también salieron los dos jóvenes. Neil estaba arto de haber permanecido más de cinco horas allí dentro en la tienda. El olor de las antigüedades era muy fuerte para su joven olfato; sólo alguien como Barry Jr. era capaz de aguantar tales aromas a madera vieja, polvo que se engaña en la ropa, que por cierto, la volvía muy vieja y acabada.
Neil se limpió sus ropas. Tras él Tedd hizo lo mismo y luego le dio golpes suaves en su hombro.

-Bonita noche.
-Como la de todas las noches –exhaló Neil desanimado.
-Lo sé. –dijo Tedd, segundos después puso su rostro de conquistador: rostro que Neil sabía muy bien que traería problemas futuros a cortos o largos plazos. –Te dije que tenía una sorpresa para hoy.
-¿En serio no podemos sólo volver a nuestras casas? –decía Neil mientras observaba a su amigo vivaracho sacar una hoja de su bolsillo
-Aquí esta –dijo Tedd ignorando las palabras de Neil. Ambos se comenzaron a ir para una dirección diferente a la de sus casas. Neil siguió quejándose solo a la par que seguía a Tedd.
-En serio, a veces extraño ver a mi mamá de noche Tedd. –ambos caminaron hasta tres calles subiendo por la ciudad. -¿Qué será esta vez? ¿El cierre del museo? ¿Incendiar algún edificio? ¿Un picnic en la montaña rusa del parque? –siguió quejándose.
-Esta vez no planeo algo demasiado extremo amigo… sólo veremos a un par de pollitas en la gran central.
-¿Pollitas?
-¡Mujeres Neil! –le gritó desesperado. –De verdad ya te faltaba salir. ¿Alguna vez has visto alguna mujer que no sea tu mamá?
-¿Tú mamá cuenta? –dijo Neil con tono burlón.
-Já… Já…–rió sarcásticamente. –Muy gracioso.

La conversación de los muchachos aguantó hasta que, de la villa pequeña con casitas de barro y puestos tirados en la calle; establecimientos de pan y pescado, vinos y licores, frutas y verduras. La villa de Laroiss se fue convirtiendo poco a poco en La Gran Central.

La Gran Central era nada más ni nada menos que la parte de la ciudad que le pertenecía a la familia real. Y todos los habitantes de esta zona céntrica eran potencialmente ricos; variaban desde los típicos lugareños que se ganaban la lotería y compraban terrenos en esa parte de la ciudad; hasta los que venían de otros lugares y querían pasar sus vacaciones en la villa de Laroiss y de allí a La Gran Central.
Las miradas eran opacadas por el brillo de sus casonas; los boulevards, los restaurantes enormes con promocionales encima de sus tejados, las luces parpadeantes de las esquinas, los semáforos que daban el paso a los vehículos. Todo brillaba mucho más reluciente. Por obvias razones la vista de Neil no perdió placer con el pasar de las calles. Para su querido amigo McLorence todo esto ya era bastante conocido, prefirió guardar sus ansias y continuar caminando hasta la gran fuente; en la céntrica plaza de armas.

Llegaron y se recargaron en la fuente. Neil estaba intranquilo.

-No deberíamos estar aquí, nuestros atuendos saltan mucho con todo este lugar.
-No te preocupes, siempre y cuando traigas algo de glins todo está bien. –le dijo y le mostró una cartera vieja llena de glins brillantes en plata y oro. –Además no hacemos nada malo, las pollitas son de aquí; de La Gran Central. Tampoco es como si nos estuviéramos acercando al castillo.

Tedd soltó una risita y a lo lejos divisó y reconoció a dos chicas acercándose a los jóvenes.
A diferencia de los muchachos polvorientos y sudados de tanto caminar, las chicas estaban relucientes. Sus vestidos les hacían justicia que eran pertenecientes de ésta parte de la ciudad; sus sonrisas se soltaron a pequeñas risitas mudas que destaparon el poco interés que tenían en los muchachos, y su mucho interés de lograr algo ésta fría noche. El sonido de sus tacones llegó hasta los oídos de los muchachos, ambos se miraron a los ojos y se produjo un inquietante silencio cuando las jóvenes llegaron y saludaron.

El silenció se vio interrumpido cuando Tedd comenzó a platicarles:

-Buena noche la que yace sobre nuestros cabellos, que aunque los nuestros, mal peinados, nos llenan de alegrías y emociones el tan sólo pensar en pasar una bella velada con ustedes…

El silenció penetró más profundamente que la vez pasada en el rostro de los cuatro. Una de las chicas frunció una ceja y miró al pobretón que tenía enfrente.

-Está bien… ¿A dónde iremos? –preguntó tratando de hacer oídos sordos a las anteriores palabras del muchacho. Que aunque no faltantes de romanticismo ella no era lo suficientemente culta como para entender el significado profundo de su acompañante.
-Tengo hambre –rugió Neil con poco interés en las chicas.
-Yo también –replicó la otra muchacha que estaba pocos centímetros detrás de la primera que habló.

A partir de esas palabras los cuatro se fueron de la fuente y dieron paso a un restaurante de lo más elegante. La bella construcción de los muros era un estilo que se asemejaba mucho a las enormes casas del norte: estructuras sólidas de roca negra. La piedra del norte era conocida como “Roca caliente” provenientes de sus volcanes, lograban monumentos elegantes y con cierto interés turístico.
En éste caso el restaurante tenía la gran estructura de roca, pero con acabados sobre tejas de rojo escarlata.

La observación de Tedd a ella fue que tenía un estilo parecido a los grandes imperios de las ciudades volcánicas de Wenlef; las jóvenes quedaron impresionadas por el vasto conocimiento que desprendía McLorence con cada cuadro que pasaban por los pasillos que conducían al restaurante. Poco a poco su recorrido de la puerta hasta terminar los cuatro sentados en la mesa fue cambiando los rostros fácilmente enamorados de las chicas hacia Tedd.

El menú no tardó en llegar, mismo tiempo que no tardaron tampoco las expresiones de Neil hacia el precio de la comida; Tedd por otro lado estaba bastante tranquilo. Neil pensó que si había visto lo mismo que él y permanecía así, entonces su mejor amigo era un maestro del engaño.
Las chicas tomaron su orden y pidieron ambas lo mismo; como si de gemelas se tratara, o quizás ambas se comparten el cerebro: un té de manzanilla con una capa de miel almohadada en azúcar de los montes Kilers; como sopa pidieron la del día, la especialidad de las rutas volcánicas, de el ya mencionado por Tedd, pueblos de Wenlef; y como plato fuerte pidieron un corte fino de carne de Jolhmi.
El mesero no hizo ninguna expresión, anotó cada una de las exigencias de las señoritas y se volteo hacia los jóvenes. Tedd sonreía despreocupado, miró al menú y pidió una ensalada con frutas exóticas de los valles de Laroiss, muy cerca de estas regiones; como platillo fuerte se sentenció pidiendo un corte fino de Jolhmi, igual que las chicas pero con una salsa especial de la casa, algo picosa pero con un toque dulce; para tomar pidió una soda burbujeante de menta. Terminó, cerró el menú y se lo entregó al mesero, que con la misma expresión miró a Neil, quien se limitó a pedir agua.
El mesero tomó el último menú, una de las chicas pidió que dejara un menú para ver lo que querrían a la hora del postre. El mesero pidió permiso y se fue elegantemente hacia otras mesas.

-¿Seguro que no quieres algo de comer? –preguntó no muy preocupada una de las chicas mientras se retocaba su maquillaje.
-Seguro –dijo Neil entre dientes y no pudo evitar lanzarle una mirada a Tedd de desesperación.
Tedd respondió su mirada con una sonrisa tierna. Se volteó de nuevo a la conversación con las chicas y por unos segundos esa sonrisa, que aunque sabía que era hipócrita, lo mantuvo un poco aliviado.

Antes de traer la comida las chicas pidieron ir al baño, como de costumbre, juntas. Tedd se despedía de ellas con sus ojos perdidos en ambas y su rostro enamorado, su mano la agitaba de arriba abajo gritándoles que no se tardaran demasiado.
La puerta del baño no había cerrado todavía cuando Neil pierde los estribos y comenzó a gritarle a su acompañante, no antes sin darse cuenta que sus gritos no los alcanzaran a oír nadie más:

-¡¿Pero qué demonios te pasa?!
-No creí que ellas nos llevarían a un lugar tan caro… -explicó Tedd.
-¿De dónde las sacaste? –preguntó indignado.

Tedd comió un pedazo de pan que trajeron los meseros como entremés.

-Una tarde me paseaba por aquí, y las vi. Me gustaron….
-Y qué vamos a hacer –interrumpió el joven con enojo. Entre sus manos arrugaba una servilleta de las que se ponen en las piernas. –Dijiste que tenías algunos glins… -se desanimó.
-Sí, pero no pensé que…
-¡¿Qué vamos a hacer?! –volvió a interrumpir desesperado y mordiendo la servilleta.
-Mira, ahí vienen, tú déjamelo todo a mí.

Las chicas llegaron y se sentaron. Al instante la comida fue servida; los platillos, sopas y las bebidas. Tres cuartos de la mesa estaban repletos mientras que uno sólo se divisaba por un vaso de agua natural.
Una mirada matadora de Neil le fue suficiente a Tedd para tomar cartas sobre el asunto.

-¿Está rica la comida? –preguntó Tedd vacilante.
A Neil se le escapó otra mirada ya casi con el tic de su ojo desbordándose.

-Bueno, bueno chicas… me lastima éste sentimiento que me provoca ir directo al meollo del asunto. –las chicas pararon de comer y lo vieron con incógnita. –La verdad es que no tenemos suficientes glins para pagar lo que hemos pedido, apenas y podremos pagar el agua de Neil… -agitó su mano y por accidente tira el vaso de agua al suelo, se derrama sobre la roca caliente. Neil continuó con su tic nervioso y su mirada furiosa esperando a que Tedd terminara de hablar. –Lo siento amigo, en fin… el problema es que no tenemos dinero. ¿Qué pasará?

Las jóvenes tragaron su comida al mismo tiempo y los miraron por unos segundos; acto seguido se miraron a los ojos y comenzaron a charlar en susurros como si de un secreto se tratara. Neil y Tedd cruzaron miradas preocupados; eso no detenía a Tedd de comer su asado placenteramente.

-Muy bien, les pagaremos sin problema la comida…
-¡Oh! Muchas gracias –dijeron ambos muchachos.
-Pero…
-¿Pero?...
-Tendrán que hacernos un favor…. Especial –dijo con ojos picaros la otra chica sobre los orbes verdosos de Tedd.
-Já, nosotros somos expertos en hacer favores… -pausó Tedd con picardía, con su lengua remoja sus labios y continua. –Especiales.

Las chicas se vieron con una sonrisa de dientes.




-¡¿El castillo de Catherine?! –gritó Tedd frente a una enorme construcción de piedra medieval. Cada torre tenía su propio puente y escaleras inferiores. La entrada era delimitada por una reja de hierro, aunque era uno de los castillos más hermosos de la generación; de noche no podía evitar tener un lado lúgubre y endemoniado entre sus chorreantes muros llenos de lama.

-Si –replicó una de las chicas dando un paso al frente, quitó una roca de los muros laterales de la entrada y la hizo a un lado, mostró una posible entrada para los campos del castillo. –Para pagarnos el favor de la comida ustedes nos acompañarán al castillo de la reina Catherine y obtendremos al menos una prueba irrefutable de que estuvimos ahí.
-Nos gustan las emociones fuertes –replicó la otra chica y entró por el pasadizo.
-Todo esto me da tan mala espina. –dijo el joven carnicero asustado y temeroso de entrar al pasadizo.
-Ve el lado bueno amigo.
-¿Cuál?
-Comimos gratis –Tedd sonrió
-Cállate –dijo molesto y lo siguió.