sábado, 17 de marzo de 2012

La Falsa Biografía de Monihiant Xyay

Este trabajo de escritura lo hicieron unas compañeras de curso de ingles. Es más de ellas que mío y es por eso que dejo presente y respeto sus derechos de autor.
Publicaré sus nombres y canales cuando tenga la biografía en limpio. La historia no es mía es de una de las chicas, yo no lo escribí sino la otra compañera. Lo único que aporte fue el nombre por lo tanto ésta no es la biografía real de monihiant xyay.


lunes, 5 de marzo de 2012

Capítulo 8


Capítulo 8
El   Juicio


La ladrona subió los escalones de madera que rechinaban uno a uno como galitanes furiosos protegiendo su camada. El rugido de la gente no dejaba escuchar más que maldiciones y risotadas; todos dirigidos a la joven la cual ya le estaban poniendo la soga alrededor del cuello; la ataron fuerte aunque no demasiado por experiencias pasadas. Había ocurrido ya varias veces que los ejecutores amarraban muy ajustada la soga a los condenados antes de soltarlos a su muerte. Ocurría que se asfixiaban antes de poder decir sus últimas palabras, caían desmayados y todo era más complicado no sólo hacia el jurado sino también hacia los lugareños morbosos.

La joven elevó su mirada sobre la multitud, fría y sin emociones apartó la vista y concentró sus últimas visiones en ver el mar que los rodeaba casi por completo. Cualquiera diría que anhelaba salir volando libre como un ave de ese maldito lugar. Pero la cruda realidad es que Molly no deseaba más que morir allí mismo.
Ella pertenecía a un grupo de asesinos que firmaban con sangre un juramento de lealtad al destino: sostenían religiosamente la creencia que debían luchar por sus vidas todo lo que pudieran, que si te atrapan debes seguir aferrándote a tu vida hasta el final; dicho final lo debías enfrentar con el honor que te sostuvo en pelea y dar la cara a la persona que te arrebate la vida. No vivas con la vergüenza, decían.

Finalmente le fue atado un grueso nudo alrededor de su cuello y girado hasta su nuca para cerrarlo allí. Mediante una cuerda se trenzó entre el nudo y dicha quedó muy justa para el peso proporcional de Molly y así poder levantarla.
Y hecho, la cuerda elevó el cuerpo de Molly lo suficiente como para dejar a la joven parada con la punta de sus pies.

En la silla real se encontraba la reina Catherine de la Feersh, por supuesto en una plataforma de un metro de alto por encima de la multitud; no sólo para ver mejor la sentencia sino para sentirse superior al resto de los habitantes de la villa y de La Gran Central. La reina no pudo ocultar una mueca en sus labios de especial satisfacción al ver a la joven ladrona en tal embrollo.
Molly la hubiera insultado con algún gesto pero tenía las manos atadas.



La ceremonia comenzó con el mismo juez dictando los crímenes que hicieron de Molly una de las asesinas más buscadas de los alrededores, junto con sus compañeras que no pudieron atrapar.
La gente gritó más fechorías supuestamente hechas por la muchacha, el juez ignoró todo lo no oficial dictado, escrito y estipulado por él mismo en la corte anterior. De entre todos era el que más lamentaba este momento.
El juez se dirigió a Molly, le hizo el gesto de salvación como hacía con todos los condenados en la villa de Laroiss.

-¿Tienes algunas últimas palabras que quieras decir?- le preguntó con dolo.
-Sólo que no me arrepiento de nada- exclamó sin vacilaciones. -Y que espero que la reina Feershis muera gorda y sola. No como yo que hasta audiencia tengo y soy bastante delgada.
-¡Exijo que acaben con su vida de una buena vez! -gritó la reina roja del coraje al mismo tiempo que algunos de la villa soltaron una carcajada pero la callaron antes de que alguien se diera cuenta de quién fue.


El ejecutor se dispuso a seguir. Sujetó con fuerza la palabra que abriría súbitamente la escotilla y dejaría caer al cuerpo. Sin embargo dicha acción nunca ocurrió. Sus oídos escucharon un leve chiflido en el viento; al instante un cuchillo de carnicero se impactó con el soporte inferior izquierdo de la horca.
El ejecutor, cauteloso, se apartó unos centímetros. Todas las personas vieron el cuchillo clavado en la madera y buscaron al responsable con sus miradas.
No tardaron en notar todos en silencio como una voz joven se quejaba de su tiro fallido. Renegaba de su buena puntería en momentos menos importantes y de cómo en los momentos de vida o muerte se atrevía a fallar tan catastróficamente.

A pesar de que todos voltearon simultáneamente a la azotea de la casona del que provenían los gritos y quejas infantiles ninguna persona se movió de su lugar, quizás esperaban que algo más pasara o que el muchacho callara.

Nadie pudo pre visualizar un segundo tiro realizado desde el mismo lugar de los quejidos. Salió disparado el segundo cuchillo con un modelo diferente de mango pero con el mismo chiflido ensordecedor del anterior.
Esta vez el arma blanca arrasó por completo la soga que sostenía del nudo hecho alrededor del cuello de la muchacha. La cortó y al instante la joven cayó súbitamente al suelo muy sorprendida.
La reacción de la gente fue de total asombro, unos gritaban ofendidos, otros se expresaban contentos. Sin embargo todos compartieron la inercia de agacharse previniendo un tercer ataque.



De un sombrío callejón salió un jinete cabalgando; el caballo traía puesta la armadura insignia de la realiza. El jinete tenía ávidas manos para tirar de los cabellos del corcel. Su rostro estaba cubierto por una prenda que rodeaba toda su cabeza, únicamente con unas pequeñas aberturas para su visibilidad.
Manipuló al animal hasta que llegó a los pies de la horca.

El jinete saltó a la base de madera y de unos pocos pasos alcanzó a la joven, la sujetó de sus prendas y tiró de ellas bruscamente. La chica trató de evitarlo pero la confusión del momento y sus manos atadas impidieron que usara todas sus fuerzas.
Fue tirada en el carro del que tiraba el animal.
El joven montó al caballo y procuró salir lo antes posible del centro de la plaza. Sus orbes verdosos trataron de encontrar la más pequeña de las aberturas entre el mar de gente que gemía molesta y lanzaban todo lo que pudieran a la joven recostada de mala gana en la base de la carreta.

Molly pataleaba hacia cualquier lado que pudiera. El muchacho se lanzó sobre la multitud la cual le fue abriendo paso al caballo para no salir heridos.
Aunque los dos ya se habían apartado varios metros del lugar todavía pudieron escuchar los gritos despavoridos de la reina exigiendo la cabeza de los tres; si, también ordenó la del caballo.

-¡Eres un idiota! -gritó la ladrona tratando de ponerse de pie, cosa que se le dificultó bastante sin el acceso completo a sus manos y la carreta brincando de un lado al otro bajando por la calle principal que conectaba La Gran Central con la villa de Laroiss. -No tienes ningún derecho de salvarme la vida!
-Eres una malagradecida -gimió Tedd McLorence quien efectivamente se encontraba debajo del improvisado disfraz. -Además esto no fue idea mía, por mí te hubieras muerto.
-Púdrete. -le dijo Molly al tiempo de divisar a otros dos jinetes de aspecto noble tratando alcanzar su transporte.

El primero de ellos corrió con su corcel hasta quedar unos centímetros de su objetivo. El caballero saltó a la carreta y se preparó para desenvainar su espada.
Molly ya le tenía lista una trampa; incluía una madera floja en el carro, era la catapulta humana perfecta para que de una pisada suya saliera despedido el cuerpo del agresor.
Sin embargo no pudo ser así. Neil preparado saltó del tejado de una casa que estaban pasando en ese instante los muchachos. Era parte del plan atrapar al joven carnicero en esa parte del recorrido.

Neil cayó furtivamente sorprendiendo a Molly y al soldado. El caballero lanzó su primer sablazo hacia el joven cuando antes pensaba primero en rebanar a la chica con la guardia baja. Molly molesta agarró a Neil violentamente con sus manos atadas y se giró con él para cambiar de lugar; aprovechó que la misma espada cortara el nudo en dos partes.
Con sus manos liberadas evitó con la izquierda un segundo ataque sujetándolo del brazo muy lejos del arma; con su mano desocupada paralizó al hombre golpeándolo en el pecho. Dicho movimiento le dio tiempo de propinarle una patada en el estómago antes de que recuperara el aliento.
Al menos el cuerpo del hombre terminó volando fuera del carro, pensó ella.

Se volvió furiosa hacia Niel:


-Tú... -pronunció con tantas palabras e insultos en sus labios que no pudo sacar a tiempo ninguna. Su frustración era evidente.
No hubo tiempo de nada pues el jinete restante sacó una ballesta y apuntó al caballo. Tedd dobló por un callejón lleno de ropa colgando. Molly y Neil perdieron el equilibrio y se cayeron sobre la crujiente madera uno encima del otro.
McLorence intentó de evadir toda la ropa, intento fallido por cierto, y salió a la calle principal de Laroiss que bajaba por el mercado hasta el desembarcadero.

-Creí que iríamos mejor de tiempo. -pronunció preocupado.
-Sigue corriendo, lo alcanzaremos... -dijo Niel de rodillas con la visibilidad en el resto de los botes.
-¡Están locos...! -ahogó la chica sus gritos al casi ser atravesada con una flecha que penetró el carro justo a un lado de su brazo.
-A la cuenta de tres saltaremos a aquel bote. -aunque Tedd lo dijo seguro el panorama no lo era. El bote que advirtió con su dedo ya se estaba alejando de la orilla del muelle.

La lluvia de flechas comenzó a aferrarse sobre el cielo contra ellos. Aun así no pudieron evitar que McLorence soltara al caballo y así dejar a la carreta andando sola; con el vuelo proporcional al cuerpo de los tres muchachos tomó tal velocidad que rebasó el alcance de los tiradores y al llegar a la orilla los jóvenes saltaron y lograron caer en el bote con algunos rasguños y músculos adoloridos.
Los chicos se levantaron y se miraron entre sí.

Neil apenas iba a empezar una complicada reflexión de su vida hasta este momento de decisiones liberales; lamentablemente los tres fueron atacados apenas y subieron al bote.
Fueron atados de sus brazos hasta sus manos, les rodearon sus bocas con telas sucias y desgastadas para que evitaran hablar. Unos cuantos del bote les arrimaron el filo de sus espadas a pocos dedos de sus cuellos y lograron someter a cada uno de los chicos.
Neil y Tedd denotaron miedo instantáneamente al recibir tal trato; Molly estaba más tranquila; su rostro cambió cuando el bote avanzó unos minutos y llegó a unas piedras en aguas más picadas. Detrás de ellas estaba lo que parecía el verdadero barco: su aspecto era aterrador, de madera oscura y desgastada, sus tres mástiles se elevaban a través de la neblina provocada por la explosión de las olas en las piedras que pinchaban el cielo.
La joven ladrona identificó la bandera del barco: clara, con dos espadas cruzadas de color rojas, sobre ellas habían dos hoyos negros que simulaban ojos; eran los bárbaros de Crehios. Lugar desagradable para todo aquel que apreciara su vida. Afortunadamente yo debería estar muerta, pensaba ella tratando de darse ánimos.

Recibieron la orden proveniente de abordo y los bárbaros cargaron a los chicos; uno cada uno. Al llegar a la base principal del barco donde estaban todos los marinos lanzaron los cuerpos de los tres como animales en el matadero.
Los bárbaros regresaron a sus labores. No tardó nada en llegar el capitán del barco. Ellos lo sabían porque a diferencia de todos los demás éste se le notaba el atuendo de capitán bárbaro; sus cabellos estaban desgreñados, largos y castaños, su barba no era mucha pero si de color oscura, traía una túnica color roja escarlata al igual que su tricornio que estaba partido de un lado, la túnica caía hasta poco más arriba de sus botas azul color fuerte.

-Bienvenidos a Le Ghiantre -produjo una voz ronca y robusta. -Mi hogar, su prisión.

sábado, 3 de marzo de 2012

Capítulo 7

Capítulo 7
Neil   Xyay


Neil. Cuando leas esto sabrás ya que soy tu padre.
Quiero que vengas; reúne pistas y encuéntrame. Que dentro de mi misterio está el tesoro que te heredo.

El tesoro de mil naciones es tuyo, si sabes dónde buscar.


El joven carnicero estaba acostado boca arriba sobre su cama. Eran altas horas de la madrugada y el muchacho seguía reflexionando lo ocurrido cuatro horas después del mensaje de su madre.
Tedd, su amigo, había vuelto hace unos momentos curioso por las noticias dadas por la señora. Apenas se enteró de todo dejó a Neil descansar a solas en su pieza. No pasó mucho tiempo cuando McLorence regresó más curioso que nunca a bombardear preguntas.
Antes de las preguntas al aire y el gran momento existencial su amigo le confesó a Neil que tenía todo su apoyo en lo que él necesitara, pero que en dado caso de que él quisiera viajar fuera de la villa ahí se acabaría dicho trato.

A pesar de todo lo que Tedd sospechaba sobe el mal humor de su amigo desde la tarde del día de ayer cuando salió del juzgado no se guardó sus propias palabras de desahogo y su impotente deseo de saber lo que le aconteció a Neil una noche en el calabozo del castillo de la reina Catherine de la Feersh; que por cierto, por decreto real era penado todo aquel que se atreviera a decir su nombre incompleto o con alguna especie de abreviación y/o apodo.
La reina misma había puesto dicha ley al seguir el linaje cuando su padre murió. Todos piensan, debió tener un trauma de niña para no sólo ser insoportable sino también sínica y prepotente con la gente. Su padre, el rey, no lo era ni lo hubiera permitido.

Después de recibir frases mal trechas de su amigo por obvias y secretas razones Tedd antes de hablar exhaló profundamente y soltó el aire. Inconforme continuó:

-Aunque no me quieras decir nada de todos modos debes tomar una decisión. -aunque sus palabras fueron respondidas por un limitante gesto de entendimiento eso no evitó que fuera evidente la preocupación de su amigo hacia lo que posiblemente era lo más extraordinario para un adolescente de 15 años. Que es ser el mismísimo hijo del ídolo de todos: Monihiant Xyay.
Eso antes hubiera significado toda la verdad que necesitaba. Sería no sólo la carne y sangre de su héroe, sino que también conocería la emoción de tener un papá. Alguien con quien jugar en los parques, a quien esperar en esos días de desánimos, un ejemplo palpable de su existencia concebida por el fruto del amor entre su mamá y su papá.

Pero pasó todo lo contrario.
Las emociones se reventaron en su interior como dos cornos furiosos en la plaza de Cembalia. La confusión de sus ojos y el latir de su corazón lo ensordecieron de las fieles palabras de su compañero apoyándolo en el momento que más lo necesitaba.
Y es que la inminente desaparición de Monihiant sólo hacía las cosas más complejas. Muy dentro de él sabía que todo este problema era para hacerlo complejo hasta cierto punto de hacer madurar algo, ignoraba si era el problema mismo o a él, pero ¿Por qué?, se preguntaba, ¿Por qué mi mamá me ocultaría algo tan importante como eso? ¿Por qué desapareció? ¿Por qué ahora?

Entre más pensaba las cosas más se llenaba la cabeza de dudas, con más preguntas sin respuestas y todo esto cada vez a mayor escala.

-Hay algo más allá. -se dijo a sí mismo en voz alta.
-¿Le has preguntado a tu mamá?
-Ella no me quiere decir nada. -produjo y bajó su mirada evadiendo la de su amigo. -Ella le sigue siendo fiel a ese puñado de porquería aunque él a ella no...
-Wo wo wo... -interrumpió McLorence con una mueca en sus labios, vacilante continuó. -Creía que Monihiant Xyay era tu ídolo, tu adoración. Hace menos de 48 horas lo alababas como la mejor persona del mundo ¿Qué lo hace diferente ahora?
-Sigo confundido y tú no me ayudas en nada...
-¡Te doy mi apoyo malagradecido! -gritó.
-¡Eso hubiera querido ver en el castillo!

Un silencio incómodo inundó la pieza. Cuando ambos se dieron cuenta ya estaban paralizados con los puños cerrados y mirándose el uno al otro como pocas veces en su vida como amigos lo habían hecho. La intensidad de sus ojos se apagó cual fuego se extingue con el agua.
Neil le dio la espada y caminó unos pasos hacia el guardarropa el cual comenzó a vaciar sacando prendas que usaba desde hace años. Una por una las fue apilando sobre una mochila. Las únicas palabras que artículo en ese momento de explosión fueron que no descansaría hasta saber la verdad de todo esto; denotaba tristeza en sus ojos, casi a tal punto de quererse bañar en lágrimas.

-Neil, ¿Qué sucedió?- preguntó Tedd a su amigo con mayor tranquilidad que hace unos segundos.
-La ahorcarán... -suspiró. -A Molly la van a ahorcar hoy al mediodía.
-¿Quién es Molly? -preguntó Tedd sin darle importancia.
-La chica que nos acompañó en el castillo de la reina Catherine de la Feersh.
-Mejor para nosotros...
-¡No te atrevas a decir eso! -gritó. -Por mi culpa una persona morirá. No me creo lo suficientemente fuerte como para vivir con algo como eso en mi conciencia.

Neil no limitó sus palabras sólo en sus sentimientos de culpa. A partir de ahí comenzó a contarle a Tedd McLorence su intención de presentarse para detener la ejecución de Molly ante todo el jurado y plebeyo de la villa. Tedd trató de impedir tal tontería advirtiéndole que iba a ser perseguido por la misma realeza fuera a donde fuera y que terminaría tarde o temprano en el lugar de la ladrona, que él pensaba que por sus crímenes bien se merecía tal final.
La razón le fue inútil trasmitirla a Neil Fernett, él ya estaba decidido a continuar con esto aconteciera lo que aconteciera.




No faltaba mucho para que amaneciera; el joven carnicero llevaba en su espalda su mochila repleta de ropa y bocadillos, una botella rellena de agua en un extremo de su cargamento, bolsa de dormir encima de la primera abertura y suficientes glins como para tomar el tren hasta su destino más transporte adicional.

-Llegaré a Shelsy en una semana y hallaré la forma de comunicarme contigo, después...
-No podrás llegar -interrumpió. -Las fronteras de Helin Fernen con las ciudades vecinas serán alertadas por la corte real de ti por la tontería que piensas hacer por una ladrona como ella. Antes de llegar ya tendrás tu cuerpo agujerado por las balas.
-No puedo dejar que Molly muera por mi culpa. -mencionó preocupado y con el cuerpo agitado. -Aunque me cueste creerlo Tedd, te necesito. Tú papá es soldado de la corte, él me puede ayudar a salir de Laroiss.
Además necesitaré alguna especie de arma para defensa personal.
-Estarás de broma... -pronunció su amigo furioso. -No me meterás en tus problemas sólo porque quieres hacerte el héroe. Por algo esa chica fue sentenciada a la horca, no tienes ningún derecho sobre la familia real de Laroiss para impedir eso.
No te protegeré...

La discusión dio giros tan inesperados que de un momento a otro Tedd ya estaba envuelto en los planes de su persuasivo amigo. Quizás sintió lástima por él y decidió ayudarlo bajo varias condiciones que poco le importaron a Neil: una de ellas fue la promesa sobre todas las cosas que su viaje con él concluiría hasta llegar a Shelsy, encuentre alguna pista o no Tedd regresaría a la villa de Laroiss sin más.
Tedd McLorence se despidió de su amigo. Anterior a esto planificaron una jugada muy arriesgada para salir de Laroiss sanos y salvos y así que pudieran llegar a Shelsy sin contratiempos. Con la promesa de que Tedd lo acompañaría con algo cubriéndole todo el rostro; la violación de su ética era suficiente para excitar sus emociones hasta la locura, pero seguramente lo que hacía que quebrantara sus reglas y ciegamente acompañara a su amigo fue su sed de aventuras.

-Sabes que no podrás regresar a esta villa a menos que sea al lado de Monihiant Xyay ¿verdad? -pronunció Tedd antes de marcharse a su casa y preparar todo.
-Así lo pienso hacer. -aseguró Neil no sólo con sus palabras sino también con su mirada.




Neil Fernett pasó por la sala de su casa. Entró a la carnicería por la trastienda esperando ver mucha gente esta nueva mañana, pero estaba vacía, con sólo una mujer: María Fernett, su madre.
Esperaba muchas cosas de su madre antes de irse pero nada pasó, más que suspiros que ya empañaban el estante de cristal. Vaciló y tomó carne fría del congelador esperando que algo ocurriera, pero nada. Cerró el congelador.

-¿Sabías que esto pasaría? -preguntó el joven sin mirarla.
-Si... -sollozó.

Neil continuó empacando comida fría y se fue directo a los quesos y jamones con un gesto inconforme en su rostro por las secas respuestas de su madre.

-Si él no hubiera desaparecido... ¿Me lo hubieras dicho?
-Debes entender, Neil, que todo pasó así por una razón. -dijo María y se puso de pie autoritaria frente al joven. -Cuando lo veas entenderás más cosas que por el momento no te puedo decir porque tampoco las entiendo.
-Sólo quiero saber si lo amas... -exclamó Neil con los ojos vidriosos. -Quiero saber si yo para ti soy Neil Fernett o Neil Xyay. No sólo quiero ir con él para conocer a mi padre, también quiero saber más sobre mí. Saber si él me quería...
-Él te amaba.
-Entonces ¿Por qué se fue? -gritó suplicando una última respuesta pero fue inútil, de la boca de su madre no fue articulada ninguna palabra, ni siquiera un suspiro, sólo quedó callada.

Neil enfadado pero no enojado tomó su mochila, la colgó sobre un hombro suyo y abrió la puerta de la carnicería. La campanilla sonó y Neil se despidió de María; ella lo despidió con un improvisado beso en su frente y le dijo tiernas palabras de alivio para que las tuviera como recuerdos en su viaje, con la promesa de que cuando volviera continuaría su entrenamiento como carnicero.
Neil la abrazó repentinamente y derramó unas cuantas lágrimas al decirle que la amaba. María no lloró pero lo abrazó muy fuerte; más fuerte de lo que él recordaba.

-Nos veremos mamá.
-Nos veremos Neil Xyay.

Al salir de la carnicería del Abastor el muchacho escuchó desde lo lejos en La Gran Central a la gente gritar y aplaudir por el juicio de una ladrona.