miércoles, 11 de abril de 2012

Capítulo 9

Capítulo 9
Le   Ghiantre


Habían pasado más de tres horas desde que los jóvenes fueron metidos en contra de su voluntad a los calabozos de la nave: Le Ghiantre, enorme y poderosa, temida y, hasta cierto punto, respetada en todo lo ancho del mar. Las velas eran color negras con el símbolo de las espadas impregnadas en ellas; la madera parecía oscura pero seguramente era por la suciedad que trascendía de los años. A diferencia de los piratas los bárbaros no limpiaban su nave a menos que sea con las lluvias del medio año o la misma agua salada del mar que a veces brincaba precipitada sobre la borda.
Y ya ni hablar de sus desperdicios corporales. Con suerte el mismo mar hacía historia sus "pertenencias".

Los bárbaros de agua salada eran los peores de su especie. La cual se ramificaba entre los que vivían permanentemente como guerreros en las colinas húngaras de Baldohem; y los que viajaban en naves en busca de nuevos refugios y pueblos abandonados dónde pudieran poblar los de su especie... o conquistar.
En el viejo mundo los bárbaros eran uno de los seres más temidos porque conservaban antiguas tradiciones cómo los rituales de sacrificio, dominar reinos enteros y encontrarse en guerras de conquista cómo ya se mencionó antes. Desde luego la pequeña pisca de piedad había sido borrada de su tribu muchas décadas atrás con la guerra que los consolidó como bárbaros separándolos de la gente normal a casi ser animales; bestias insaciables de sangre, sudor y tierra.



Afortunadamente para Neil y Tedd conservaban celdas separadas entre los tres, porque si a Molly le hubiera tocado alguno de los dos ya lo hubiera matado a golpes en ese momento.
Durante esas horas ella las pasó gritando maldiciones y deseando haber muerto en la horca.
Los muchachos guardaron silencio mientras eran regañados. No podían decir nada porque todo era cierto. Su plan había salido catastróficamente mal. Por ningún momento pensaron que tarde o temprano terminarían en manos de los bárbaros... mucho menos prisioneros. Al haber investigado los botes comerciales de esas horas no esperaban ser víctimas de uno de los engaños más aclamados por los comercios y las bahías vecinas.
El padre de Tedd McLorence hace meses le contó que había marinos sangrientos engañando en el mercado para robar comida y llenar sus barcos escondidos de despensa para sus viajes.


-Te puedes ir olvidando de llegar a Shelsy -le dijo Tedd tratando de esconder su preocupación. Aunque después de un rato era muy fácil de notar. -Si ellos estaban en el mercado del muelle quiere decir que se han abastecido para un largo viaje.
-¿Qué creen que nos hagan? -preguntó Neil aterrado.
-Ojala los maten -pronunció tranquila y sin vacilar. Molly estaba más seria que en minutos pasados. -En todas partes he oído los rumores de que los bárbaros del mar casi nunca comen bien. Las comidas son tan escasas que se tienen que matar unos a otros por el último pedazo de pan. Inclusive, a veces, se comen a gente que ellos capturan...
-¡Eso no es cierto! -gritó Neil con los ojos vidriosos.
-¡Ustedes no saben nada de mí! ¡No tenían ningún derecho a salvarme!

Durante unos segundos el joven carnicero y la ladrona se gritaron mutuamente todos sus pesares.
Los tres estaban alterados. Sabían que estaban más cerca de la muerte de lo que podían haber imaginado; al menos Tedd y Neil.
Estuvieron a punto de abrir viejas heridas en ambos corazones cuando de pronto Tedd de un grito los mandó a callar.

-Neil... ella tiene razón, no sabemos nada sobre ella -produjo tranquilo, tomó su debida pausa y aprovechó que era escuchado por sus compañeros de celda. -Los tres somos muy distintos y tenemos diferentes formas de pensar. Incluso me atrevo a decir que es mejor que se hayan dado estas circunstancias, porque el mundo fuera de Laroiss es muy cruel. Quizás tú Molly ya lo sabes... pero no hay de otra que seguir viviendo.
Ahora en este momento estamos atrapados y no pienso morir atrapado. Todavía me falta robarle el corazón al amor de mi vida.
-¿Cómo vas a salir de aquí? -preguntó Molly ignorando su último comentario.

Los tres jóvenes escucharon voces en la parte superior del barco. Justo encima de ellos sentían que las cosas estaban agitándose.
Miraron los tres casi al mismo tiempo por pequeños orificios que daban hacia el exterior. Al principio no veían más que mar y cielo. Sin embargo en un instante el paisaje fue bloqueado por las naves del imperio real de Laroiss y la frontera con el sur hacia las ciudades centrales.

Neil no pudo evitar una sonrisa de entera satisfacción y estuvo a punto de gritarles que allí lo tenían preso. Pero luego recordó lo que hizo en La Gran Central y pensó que bajo la advertencia que había recibido en la corte real y aún después haber detenido la ejecución de Molly tendría el mismo destino en Laroiss que con los bárbaros.
A pesar de todo su llama por seguir su viaje hacia Monihiant Xyay no se había apagado por completo.

Le Ghiantre pasó la frontera sin muchas complicaciones.
Uno de los generales pisó el bote por unos cinco minutos y luego regresó con sus compañeros. Los jóvenes no vieron nada ni escucharon más allá de los pasos en el piso de madera, sin embargo se les hizo claro que la frontera era sobornada por los bárbaros. No sabían cómo pero había ya un trato ahí. De alguna forma los bárbaros les tenían que ser útiles a ellos y dichos cerdos aprovechaban su inmunidad para abastecerse en sus viajes.



Pasó un largo rato en el que los muchachos no vieron ni sintieron presencia de nada sobre sus cabezas. El barco siguió su rumbo atreves del mar por unas cuantas horas más.
Los tres morían de hambre. En Molly era menos notorio y aún así le gruñían las tripas.

-Fue inútil empacar -dijo Tedd a sus compañeros. -Seguramente ya todo lo habrán hecho pedazos. La poca comida que trajimos ahora debe estar regada entre ellos a como se les dio a entender.
-Es que todo lo planearon muy bien, no sé por qué todo ocurrió de esta forma. -produjo sarcástica Molly ya recostada en la rechinante madre maloliente y vieja.
-Para empezar no tendríamos estos problemas si no fuera por ti y tus compañeras... -exclamó McLorence.
-Nada de eso hubiera pasado si no te comportaras como un casanova para hacer tu vida más interesante. Con mis compañeras luego me las arreglo.

La discusión de Tedd y Molly duró demasiado poco; un fornido y oloroso bárbaro entró a los calabozos, abrió la celda de la chica y con sus sudadas manos la tomó  y la cargó entre sus brazos hasta ponerla en sus hombros y dejar su cuerpo colgando como un costal de papas.
La chica apenas y se inmutó con tal acontecimiento. Tenía un rostro inexpresivo cuando el hombre se la llevó.
Todo pasó tan rápido que ni Neil ni Tedd tuvieron tiempo de reaccionar. Quizás en el fondo no querían ser ellos los que fueran sacados de ahí con tal persona.

Tedd se volvió a su amigo.

-Tenemos que salir de aquí -dijo Neil antes de que Tedd pudiera articular palabras semejantes. -Tenemos que ayudarla.
-La debes amar demasiado como para querer subir allá con todos ellos.
-¡No es eso! -se sonrojó Neil y apuntó hacia la celda de Molly. -El bárbaro dejó las llaves pegadas en el cerrojo de su celda.

Tedd volteó y comprobó que era verdad. Sin embargo eso no provocó que se sintiera más tranquilo ni un poco.

-No importa que escapemos de las celdas, aún seguiremos atrapados en esta enorme prisión flotante. -Tedd respiró profundamente y aunque el olor fétido lo hizo toser fuertes bocanadas de aire comprimido continuó. -Sólo habrá una manera de salir con vida y es muy arriesgado para nosotros.
-Me da miedo preguntar.
-Absian-Ley.
-¡No! -gritó Neil ante tales palabras.

Tedd ignoró las palabras de Neil exclamó con tal desesperación. El joven estiró sus brazos y tomó las llaves.
Bastó un minuto para que los dos estuvieran fuera de sus jaulas. Neil seguía pronunciando sus preocupaciones hasta que su amigo lo calló.

-No importa lo que digas, tú bien sabes que es la única manera -dijo Tedd con las manos en los hombros de sus amigos. -Otra cosa, creo que ya lo sabes pero no debes decir absolutamente nada sobre que eres el hijo de Monihiant.
-Descuida, no tienes que decírmelo -Neil volvió a tener sus ojos vidriosos mientras acompañaba a su amigo a la parte superior del barco.



Al subir encontraron la desagradable escena de al menos una docena de esos bárbaros rodeando a Molly; ésta un poco golpeada del cuerpo y semidesnuda.
Tedd y Neil llamaron la atención de todos los tripulantes. Por primera vez se dibujó un rostro de alivio en la joven, seguida de una amargura profunda en sus ojos oscuros avellanados.

Los bárbaros estaban a punto de arrematar contra los muchachos de Laroiss cuando las palabras seguras de Tedd los detuvieron.

-¡Absian-Ley! -gritó. -¡Convoco un Absian-Ley!

Un silencio sepulcral inundó el bote; sólo el mar gritaba con sus olas a la vez que se estampaban contra Le Ghiantre.
El bárbaro de cabellos castaños: capitán del bote inmundo y pegajoso dio unos pasos al frente. Salió a la vista de todos.

-Debes saber que el sólo hecho de convocar esas palabras traerás grandes sacrificios para ti y tus amigos -su robusta voz imponía seriedad en el aire. -¿Qué puedes tener tú que yo quiera? Tengo sus vidas, tengo sus esperanzas encerradas en este puño.

Apretó su mano para formar el puño del que hablaba en su alegórico discurso.

-Yo lo sé bien... -dijo Tedd aunque con su voz decidida sus piernas le flaqueaban. -Pero también sé muy bien que los bárbaros tienen un código. Igual o casi idéntico al de los piratas. Mi conocimiento de él no le incumbe a usted; acabo de invocar un Absian-Ley y eso significa que tendremos tú y yo un duelo a muerte. Ahora sólo la negociación nos incumbe sólo a nosotros.
-No me hagas reír...
-El sacrificio del invocador, o sea yo, será su propia vida y la de mis compañeros.
-¿Por qué aceptaría sus vidas? Ustedes ya me pertenecen.
-No puedes negarte -replicó el chico. -La invocación provoca que nuestras vidas están en juego. Todo lo demás lo decidirá el ganador y yo conozco lo que le ocurrió a aquel bárbaro que rehusó un Absian-Ley.

Todos los tripulantes del bote miraron comprometidos a su capitán. Él más que nadie sabía lo que le ocurriría si se negaba a aceptar el duelo. Nada más que ser la víctima de todo su bote, todos lo golpearían hasta matarlo.

-Si yo gano -dijo McLorence temeroso. -Tú tripulación nos liberará en la siguiente parada.
-Eres valiente muchacho. -pronunció después de haber dejado de reír. -Si yo gano usaré tu cuerpo para atraer a troinos al barco y con ellos usaremos a tu amigo hasta que suplique por su vida. Claro que a la preciosura nos la quedaremos para otros asuntos...
-Es mi vida por la tuya -dijo Tedd asqueado. -No entremos en detalles.

El capitán se giró a su tripulación.

-¡Preparen el barco y dejen toda esta parte despejada! -gritó -¡Tú y tú traigan las armas!

La tripulación se agilizó como si les hubieran prometido el festín de sus vidas. Se propagaron a hacer las tareas concedidas por su capitán.

-Mi nombre es Lorenzo Arcal -dijo y se quitó su túnica escarlata para dejar desnudo su cuerpo desde su torso hasta sus cabellos largos y desgreñados.
-Yo soy Tedder McLorence. -dijo el joven e imitó la acción del bárbaro únicamente librándose de su chaleco y atuendo azul. -Es curioso que ambos seamos Lorenzos cambiado por las regiones a la que pertenecemos.
-¿Sabes qué más es curioso?
-¿Qué?
-Que me hice capitán de éste barco a tu edad.

Las palabras de Lorenzo dejaron tan confundido a Tedd que no se dio cuenta cuando la tripulación terminó los preparativos y ya todo estaba listo.

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