martes, 5 de junio de 2012

Capítulo 11

Capítulo 11
La  cantante  de  Vallen



Nos volveremos a ver Neil Xyay.

Fueron las últimas palabras de Lorenzo Arcal pronunciadas hacia el joven carnicero; posteriormente también se despidió de Tedd y Molly aunque a ellos no les dio mucho énfasis a sus palabras. Esto pasó la misma noche después de que Le Ghiantre desembarcó en la orilla del puerto de Vallen. El bárbaro les dio la espalda y se fue de allí junto con toda su tripulación de hombres malolientes y chimuelos, en su gran mayoría.
Como era de esperarse, su barco no tuvo ninguna especie de restricción en el lugar. El puerto albergaba barcos que iban desde los bárbaros y piratas, hasta los vikingos y los bandidos del mar de plata. También no faltaban los botes guerreros de las amazonas provenientes de las calientes tierras de Wenlef.

El puerto de Vallen era más que nada el grupo de naves estacionadas.
Una vez pasado el camino por la montaña larga de los extremos del territorio de Vallen llamado: El paso; llegaban a la aldea de Vallen donde era la verdadera guerra, la diversidad de tribus era enorme. Vallen era conocida por ser un punto de reunión de todos ellos por el famoso mercado de armamento ilegal en el cual no había absolutamente nada que no buscaran los compradores compulsivos, y claro, los mercantes de puestos ambulantes a lo largo de la capital que siempre esperaban poder estafar a piratas o vikingos jóvenes que no tenían ninguna experiencia en armas antiguas.
El gran enfrentamiento ocurría porque todos querían las mejores armas para sus barcos y allí ya se han hecho disputas entre toda clase de tribus por los materiales más cotizados.

Lo último que querían los tres jóvenes era verse envueltos en esa clase de discusiones. Cansados y sucios llegaron a una cabaña para huéspedes cerca de El paso de Vallen, camino al pie de la montaña.
El lugar fue recomendado por Lorenzo advirtiendo que descansaran porque era bastante duro el paso de la montaña hasta llegar a la aldea. Durante siglos había sido recorrida por los pies más pesados, casi enteramente por vikingos. Por supuesto se refería, el bárbaro, a diversos hoyos en la tierra que con la lluvia forma lodo, lodo que con el calor de la montaña crea una piedra muy dura en el camino y pareciera que había sido víctima de catástrofes ambientales desde los inicios de los tiempos. Lo cierto era que los vikingos pesaban demasiado y eso que de todas formas siempre llevaban armamento y animales de carga; el camino era un desastre.
Los muchachos hicieron caso de la recomendación del rey bárbaro y decidieron descansar unos días en el puerto. Molly fue la primera que no le agradó la idea y quiso continuar, luego de pensarlo un momento interpuso sus emociones y decidió quedarse unas lunas en la cabaña ya que le sería más fácil viajar en grupo. Ella sabía, de informantes de su clan, que El paso de Vallen era uno de los caminos más pedregosos y difíciles de pasar a pie. No quiso retar al destino. Los otros dos no pensaron ni un segundo en quedarse unos días. Estaban hechos trizas.

Las inquietudes de Molly pudieron esperar hasta que los bárbaros desaparecieron de su vista por el paso; los tres jóvenes subieron a la habitación rentada por la tripulación de Lorenzo. Cerraron la puerta y el bombardeo de preguntas de Molly comenzó:

-¿De verdad eres hijo de Monihiant Xyay? -preguntó y se quitó su calzado.
-Fue un plan muy ingenioso para quitarnos a los bárbaros de encima ¿No lo creen? -mencionó Tedd con una sonrisa nerviosa y una mueca de convencimiento hacia su amigo.
-No... -le lanzó una mirada matadora a su amigo cortando todo el teatro del ambiente. -En realidad si soy hijo de Monihiant.
-¿Por qué no me lo dijiste cuando estábamos en el calabozo de Catherine?
-No lo sabía, apenas me enteré el día siguiente.
-¿El día donde debí haber muerto?
-Sí, ese...

Tedd McLorence sospechó que apenas se estaba abriendo una charla tranquila entre Neil y Molly que seguramente abarcaría una buena parte de su noche. Lentamente se deslizó hacia la puerta, la abrió mientras mencionaba que iba a salir a tomar el aire. Cuando notó que ninguno de los dos lo había escuchado y continuaban su charla fue suficiente señal para salir de allí y cerrar la puerta haciendo el menor ruido posible.



Estuvo caminando unos cuantos minutos por el corredor que conectaba con los cuartos. Durante ese tiempo vio al menos a tres vikingos instalados en sus respectivos cuartos; sintió que en cualquier momento iba a ser atacado por algún vikingo o bandido. Temía porque su cuerpo todavía no le respondía como antes después de la paliza que recibió en el Le Ghiantre.
Pequeños trozos de recuerdos lo bañaron de insatisfacción de repente, todo por el hecho de casi morir en manos de un bárbaro. Recordó cuando su padre decía que no hay mayor escoria en el mundo que un bárbaro...

Su recuerdo amargo fue interrumpido por una voz que desentonaba con la música que cantaba. En momentos era dulce y en otros rayaba las notas en los oídos de Tedd. El eco de recepción llegaba limpio; era lo suficientemente tarde como para que alguien estuviera husmeando en los pasillos, pensó el muchacho.

Tedd avanzó y vio en la recepción a una chica más o menos de la edad de Molly: sus cabellos eran largos y dorados, su piel blanca y liza; desde la perspectiva del joven no podía notarle ninguna imperfección facial, su rostro parecía delicado y con facciones muy lindas, según los gustos del joven que no podía verle los ojos porque estaban cerrados. Normalmente no tendría ninguna excusa por no saber el color de sus ojos antes de regocijarse con la vista corporal, pero esa vez fue una excepción. Tedd no vaciló y dio cortos pasos, lentos, bajó las escaleras a la recepción y su mirada no pudo evitar observar más de cerca a la joven. Ella cantaba, dentro de la imaginación de Tedd, muy tenue y hermoso.

McLorence no sentía sus piernas, sólo se movían conforme sus oídos y su mirada pensara que estaba más cerca del ser vivo más hermoso que haya visto en su vida; estaba hipnotizado. No duró demasiado, la voz de la joven se desfasó por completo del ritmo de la canción y sacó un horrible sonido de su garganta, comparable a un gargajo atorado y después de un momento escupido.
Tedd se cubrió sus oídos con sus dos manos y gritó un poco. La joven lo notó y se sonrojó.

-Disculpa que te haya molestado. -dijo apenada y calló.
-No, no... estuvo bien -dijo Tedd metiéndose un dedo en el oído y hurgándose con el mismo.
-¿De verdad crees que estuvo bien? -sonrió la joven.
-Bueno, podría mejorar.
-Sí, ya me lo imaginaba... -mencionó desanimada y echó su cuerpo sobre el sofá de la sala. Parecía cansada, su respiración era profunda, ver el cuerpo de la rubia exhalar despertó una gran excitación en Tedd por lo que decidió sentarse al lado de ella. Es tan linda, pensaba.

-Sólo te falta mejorar un poco, un poquito.
-Si me falta mejorar un poco, un poquito, quiere decir que he mejorado bastante. -dijo emocionada y olfateo por unos instantes el aire. -¿De dónde viene ese horrible aroma?
-Discúlpame, vengo de viajar poco más de una semana con bárbaros y eso ha sido lo peor que me ha pasado.
-Debió ser duro -mencionó con voz quebradiza y se fijó en los moretones de los brazos del joven. -¿Qué te pasó?
-¡Ah esto! -se examinó los brazos e hizo un falso gesto de indiferencia. -No es nada. Tuve que pelear con un bárbaro para salvar mi vida y la de mis amigos.
-¡Válgame!
-Sí, no puedo decir mucho, sólo que le di la paliza de su vida. Lamentablemente resbalé y fui presa fácil.

La joven se acercó a McLorence y acarició su frente dulcemente. Tedd aprovechó para examinar sus ojos: lo que él ya esperaba, que eran imperdonablemente hermosos; grandes y azules como el color celeste y claro de las colinas de Laroiss al amanecer del tercer verano.

-Te invito al bar en el puerto de Vallen. Cantaré junto a algunos lugareños.
-Allí estaré... -hizo un esfuerzo extremo de no soltar baba acumulada en tan sólo unos segundos. Casi como un muerto viviente de las historias fantásticas.

La joven se despidió de él luego de un incómodo plazo en el que tanto él como ella no dijeron nada. Ella por esperar una respuesta más elaborada y él por viajar en el espacio y tiempo de la nada.
La joven se puso de pie tratando de no despertar al muchacho de su transe y salió un momento al bosque a practicar su canto.

Tedd soñado aun con el encuentro regresó a la habitación que rentaban. Encontró a Neil y a Molly dormidos en sus respectivos lugares. El joven cansado se acostó en su litera separado del colchón de Neil. Apagó la luz y durmió tranquilamente.




A la mañana siguiente Neil se despertó con una gran energía y entusiasmo por haber tenido la oportunidad de conversar amenamente con Molly la noche anterior.
Los tres desayunaron fruta dura y seca, cortesía de Lorenzo Arcal. Al menos ya no quedará más de esa horrible comida, decían gustosos.

Tedd les narró lo ocurrido en el despacho de la cabaña. Sobre la hermosa joven cantante.

-¿Ella era la que cantaba? -preguntó extrañado Neil.
-Creí que ocurría una masacre en los pasillos. -mencionó Molly con humor en sus palabras.
-Debo admitir que necesita mucha practica... -dijo Tedd a secas ignorando que es la primera broma que le había visto hacer a Molly desde que se conocieron.
-Poco más que mucha.
-Por el momento no tenemos ni los glins ni el tiempo -dijo Neil.
-Vamos, el lugar no cuesta si no consumimos nada. -se hincó a los pies de Neil. -Yo la amo amigo.
-Tú te enamoras una vez por semana. -dijo apenado por la actitud de su amigo. -Además ni siquiera sabes su nombre.
-Esta vez es diferente. De verdad la amo.

La conversación terminó en suplicas, las suplicas en llanto, el llanto en suicidio y finalmente el suicidio en aceptar en ir al bar para escucharla cantar.

A falta de una hora en particular los jóvenes estuvieron desde la mañana hasta la tarde ya a poco de anochecer. Molly y Neil ya estaban hartos de esperar; todas las frituras que se pudieron comer gratis ya estaban empezando a caerles mal en el estómago.

-Ya es la que viene... -decía Tedd siempre que un intérprete terminaba su canción. Él estaba ansioso por ver pasar al siguiente aunque siempre era algún lugareño diferente.

Cantantes eran demasiados. Sin embargo pasaban artistas interesantes: tales como vikingos que podían cargar cualquier cosa de su misma estatura, piratas comediantes y algunos realizaron actos de magia con muñecos encantados; los pericos de los bandidos también tenían su propio acto de debate.

-Ya es la que viene...
-Creo que si vuelves a decir eso te mataré -mencionó Molly al tragarse más que a la fuerza un cacahuate con agua. -No sé que es peor... ver a toda esa bola de fracasados haciendo cosas subnormales o a ti escucharte decir eso una y otra vez. Si no sale en la siguiente voy a golpearte en la cara.

Tedd no prestó atención a las quejas porque vio como la figura de la joven caminó hasta el centro del pequeño escenario con sólo un micrófono de pie en la mitad poco más adelante de una silla. Con ella vino solamente una guitarra acústica y un vestido blanco que le caía hasta los talones.

-¡Es ella! -gritó Tedd McLorence, se puso de pie y comenzó a aplaudir entusiasmado.

Neil y Molly estaban tan entumidos de estar sentados que no pudieron reaccionar como Tedd. De cualquier manera el bar estaba prácticamente vacío y su amigo no hizo mucho ridículo.

-¿En serio lo ibas a golpear? -preguntó Neil con una mueca de preocupación.
-Tendré que quedarme con las incontenibles ganas...
-¡Yo soy Bónitha Ginta y esta es una nueva canción que dice... !-gritó para silenciar al público. Lo primero que tocó fue una encantadora introducción con su guitarra. Las notas siguieron como fondo de la canción sin cambios radicales.

Bónitha comenzó a cantar:


Tú eres la luna, que con esa luz tan profunda, me hace sentir tan especial

Y yo quiero sentir tu sonrisa tocando mi piel, y así ¡poderte acariciar!

Yo quiero estar contigo y besarte una vez más
Yo quiero otra vez verte y contigo amanecer
Y así...


La expresión de todos cambiaba constantemente por las notas que de pronto rasgaba con la guitarra. La voz de Bónitha no estaba sincronizada con la balada de su instrumento o viceversa; su voz, además de todo, desentonaba como nunca nadie había escuchado.

Inclusive Tedd no pudo evitar tener un sentimiento de repulsión.


Ver en ti, esa luz que refleja mi corazón
Y que para siempre allí, estará. .

Tú eres la luna, que con esa luz tan profunda, me hace sentir tan especial

Y yo quiero sentir tu sonrisa tocando mi piel, y así ¡poderte acariciar!


Los abucheos comenzaron y frenaron a la chica que cantaba. Con las pocas cáscaras de cacahuates la atacaron y provocaron que dejara el escenario corriendo a la salida.

Al voltear Tedd notó que Molly también había sido partícipe de la lluvia de cáscaras. Al ver a McLorence molesto por eso ella fingió no haber hecho nada simulando un silbido.



Los tres regresaron más exhaustos que nunca. No pudieron encontrar a Bónitha ni siquiera fuera del bar o en alguna esquina. La presentación había terminado mal y todo el día perdido sólo provocaba que los chicos quisieran irse a acostar y no saber nada de este día nunca más.
Comenzó a bajar el sol y los jóvenes ya estaban en la puerta de la casa de huéspedes. Antes de abrir la puerta escucharon la voz de la chica rubia gritando y acercándose a ellos.

-¡Puchurrumin! -gritó y saltó para abrazar a Neil de espaldas, fue toda una sorpresa. Todos quedaron confundidos por la escena. -¡Creí que no te vería hasta el gran evento mi amor...!
-¿Amor? -dijo Neil espantado.

La cantante lo miró más detenidamente y se soltó de él en cuanto se dio cuenta que se había confundido de persona.

-Perdón -dijo colorada. -Pensé que eras mi novio.
-¡¿Novio?! -exclamaron Molly y Neil mirando a Tedd quien poco a poco se le degeneraba su expresión de confusión a completa tristeza.
-Sí, te pareces mucho a él.
-¡¿Por qué?! -se gritoneo Tedd en su interior y su expresión pasó a la de indiferencia absoluta.
-Es el amor de mi vida, es la persona con la que me voy a casar... -exhaló esas palabras. -Tienes un parecido increíble con él. Tal vez sean parientes. Aunque lo dudo bastante.
-Yo también lo dudo mucho. -mencionó Neil burlón.
-Es imposible que sean parientes porque... -se detuvo e hizo gestos con sus manos. -No se vayan a exaltar, él detesta que hable de estas cosas. Pero mi novio, además de que es el mejor hombre que conozco en el mundo, es el mismísimo hijo de Monihiant Xyay.

El silencio penetró en lo más profundo de los tres muchachos. Ninguno pudo articular palabra alguna. Únicamente se miraron entre ellos con cierta preocupación e incertidumbre.

-Genial ¿No? -produjo feliz Bónitha Ginta para romper el silencio. -Su nombre es Logan, Logan Xyay.

Sesión 2

The Journey to Monihiant Xyay
Sesión 2

Neil, Tedd y Molly han roto juntos el difícil cascarón del peligro y lo desconocido. Juntos han viajado al lado de bárbaros hasta El puerto de Vallen. Hay una línea delgada entre la confianza y la traición; todo esto mientras conocen nuevos personajes con diferente carisma y forma de ser. Poco a poco se aproximan más a resolver el misterio de Monihiant Xyay y cambiar sus vidas para siempre.


martes, 17 de abril de 2012

La mitad de "The Journey"

Hola para los pocos que se pasan por el blog... me da gusto informar que con la incorporación del capítulo 10 The journey to Monihiant Xyay va la mitad del recorrido.

Aprovecho para disculparme por los múltiples retrasos que ha tenido pero que sepan que el proyecto sigue en curso y que no lo dejaré por nada del mundo. Mi mayor deseo es poder terminarlo y que ustedes, los que me lean lo disfruten.

Tambien aprovecho para decir que próximamente aquí tambien se encontrarán los capítulos 11 y 12. En uno de los 2 incorporo una canción que ha sido escrita por un conocido mío y que estoy seguro disfrutaran mucho. Podrán descargarla y todo de aquí.

En cuanto este listo lo subiré.

miércoles, 11 de abril de 2012

Capítulo 10

Capítulo 10
Absian-Ley


El cuerpo joven de Tedd no hacía ni sombra comparado con los brazos fornidos y velludos de Lorenzo Arcal. Aunque no se notaban con la capucha; una vez descubierto era evidente que el capitán Arcal era todo un bárbaro de treinta y tantos años de edad y experiencia.
Sólo el número de vellosidad era superado por las múltiples cicatrices que circulaban por su cuerpo.
Era increíble, pensaba McLorence, cómo un ser humano pudo haber resistido tantísimo dolor en el pasado y mantenerse de pie en el presente.
La cicatriz más notaria era una que viajaba desde el final de su cuello; atravesando por su pecho, estómago y costado, finalmente hasta su espalda. Si, la herida cortó una curva justo al llegar a su costado y continuó unos centímetros por su espalda.

-¡¿Qué bestia es capaz de hacerte esa clase de marca?!- gritó Tedd desde el otro lado del bote tratando de no hacer muy notorio lo asustado que estaba.
-¡Ninguna bestia...! -respondió. -¡Fue un hombre hace muchos años!
-¡Debió doler mucho!
-El peor de los tantos dolores que he sufrido en mi vida... -pronunció con voz entrecortada y casi nadie lo escuchó incluyendo a Tedd.

El muchacho tomó entre sus manos el arma que le fue dada por los bárbaros como parte del ritual convocado por él. Era una simple espada con el metal grueso pero con punta afilada: un arma común entre los bárbaros del mar. Lorenzo sostenía una igual.
Enrollando el mango del arma había un listón rojo que también era característico entre los bárbaros del sur. Antiguamente en la guerra esto los identificaba como guerreros aliados o enemigos dependiendo de tu bando.

Tedd miró los ojos de Lorenzo, hizo una finta con su arma y corrió a toda prisa contra él.
El bárbaro permaneció parado esperando el ataque del muchacho. Sin más tiró su espada al piso del bote y no se movió de su lugar ni un centímetro. Tedd aprovechando la oportunidad continuó hasta llegar al capitán; alzó su brazo y con la espada realizó un rápido movimiento con la intención de cortar en dos a Lorenzo Arcal.

Las pocas habilidades de Tedd con el manejo de la espada le fueron enseñadas por su padre: caballero real de Laroiss y sus fuerzas armadas; encargados de escoltar y proteger a la familia real de todo el que intente penetrar los muros del castillo.
No le fue difícil aprender lo básico ya que desde niño siempre estuvo interesado en ser soldado real e inclusive el manejo de armas como la espada y sus artes le maravillaban. Era su sueño, convertirse en un caballero de la guardia real algún día.

Pero luchar contra un bárbaro era muy diferente.

Lorenzo evadió el filo agachándose, con el impulso dado por sus piernas giró sobre su propio eje. Conforme al giro se volvió a incorporar y con su muñeca girada soltó un golpe con sus poderosos nudillos; el ataque fue dado horizontalmente traspasando la gentil defensa de Tedd y propinar un golpe en la oreja del muchacho.
Con esto lo hizo perder por unos instantes el equilibrio. Fue suficiente para que el bárbaro aprovechara la situación. Respiró hondo y le plantó otro golpe, esta vez con su codo hacia la espalda del muchacho. Esto no sólo hizo que Tedd soltara su espada sino que también su cuerpo cayó casi desmayado hacia la madera.
Tedd trató de levantarse con sus temblorosos brazos pero recibió al instante una patada en sus costillas con las botas azul oscuro del capitán. Nuevamente cayó súbitamente sobre el suelo exigiéndole a sus pulmones respirar; la asfixia lo comenzó a desesperar.

Le tomó más tiempo de lo que pensaba pero después de respirar profundamente y descubrir que tenía mucho dolor interno tuvo la suficiente fortaleza para ponerse de rodillas. Tedd predijo un siguiente golpe aproximarse a su cara, logró detenerlo con sus dos manos.
Lorenzo sujetó ambas manos con sus gruesos dedos llenos de rasguños y estiércol; en respuesta lanzó una patada a la cabeza descubierta del muchacho.

El cuerpo de Tedd McLorence se desmoronó por tercera vez hacia la madera astillosa y húmeda.
Lorenzo tomó la espada que por esa área había dejado caer y dio cortos pasos hasta llegar al muchacho casi inconsciente del dolor. Estaba boca abajo, el capitán hizo girar su cuerpo con una patada, lo dejó bocarriba. Dio un último aliento consiente y luego perdió el conocimiento.

Los gritos de la tripulación exigían sangre y sufrimiento. Un son potente se levantó desde las velas hasta los calabozos, de lo ancho del acrostolio hasta la proa.

-¡Mátalo, mátalo!- repetían todos juntos una y otra vez sin detenerse desde que su capitán, héroes de muchos, tomó la espada entre sus manos.

Lorenzo Arcal levantó su musculoso brazo y con él alzó la espada hasta posicionarla de la forma más correcta para decapitar el cuerpo del muchacho. El bárbaro continuó la acción hasta que se detuvo bruscamente, no sólo él sino toda su tripulación; cesaron de inmediato al escuchar el grito del otro muchacho, de Neil.

-¡Yo soy el hijo de Monihiant Xyay! -gritó antes de que el frío acero rebanara a su amigo frente a sus ojos. -Mi nombre es Neil Xyay, no soy muy valiente... mi amigo está metido en todo esto por mi culpa. Si alguien debe recibir todo ese castigo ese debo ser yo.

Lorenzo Arcal ignoró absolutamente todo lo que había dicho Neil.
Estaba inmóvil, tal y como se había detenido antes de matar al chico. No dejaba de apreciar los orbes de Neil. El rostro del bárbaro era de completo asombro. Al comprobar que efectivamente él era hijo de Monihiant Xyay soltó su espada y se incorporó nuevamente.
Sus ojos denotaban hasta cierto punto nostalgia.

-Eloz, Greso, quiero que se lleven al joven McLorence y le traten sus heridas. -ordenó. -Todos los demás dejen en paz a la chica. Quiero estar a solas con este muchacho...

Con un gesto el capitán de Le Ghiantre invitó a Neil a su camarote.
Entraron al pasillo sin decirse nada el uno al otro; caminaron hasta una cámara llena de armas de fuego, posteriormente bajaron por unas escaleras rechinantes y al final de las mismas había una puerta que los llevaba a la habitación de Arcal. Habitación que le costaría la vida a todo aquel bárbaro tripulante del barco que pisara la alfombra con sus pestilentes pies.
El capitán sirvió en unas copas de vidrio un jugo amarillento sacado de una botella verde obscura; el liquido era transparente y olía a aceite casero del que Neil pudo comprobar porque lo utilizaba en la cocina de la carnicería del Abastor. Por lo mismo negó un trago de eso y Lorenzo se lo fue empinando sorbo por sorbo.

-Es impresionante cómo se dan las cosas -dijo. -Sin duda lo eres, no me había dado cuenta pero, por las aguas saladas, eres idéntico a él.
-¿Qué nos pasará a mis amigos y a mí? -preguntó Neil aun asustado y sin saber qué pensar.
-Todavía no sé, pero no deberías preocuparte porque no los vamos a encerrar más.
-¿Conoces a Monihiant? -preguntó luego de un suspiro.
-¿Conocerlo? -sonrió y soltó una carcajada. -Él fue el que me hizo esto...

Apunto con su dedo e hizo un rápido recorrido por su cicatriz más grande. Reconoció que es su mayor tesoro.
En la cultura del bárbaro toda herida que se consagra en combate tiene tras ella una historia. Entre los bárbaros del sur no había alguien con una cicatriz tan grande como Lorenzo Arcal. El haber sobrevivido a dicha herida lo convirtió en una leyenda viviente.
Durante horas el hombre le contó a Neil sobre sus aventuras y por supuesto sobre su enfrentamiento con Monihiant Xyay, todo sin escarbar en detalles.
Neil le contó muy brevemente su cometido por encontrar a ese hombre. Le incomodaba que Lorenzo no lo dejara de mirar mientras él hablaba.

-Lamento todo lo que ocurrió Neil -insistió el hombre. -Pero dejamos ya muy atrás la parada a Shelsy. Salimos del otro lado, ahora nos dirigimos a la región de Crehios dónde nos moveremos hasta Baldohem, pueblo de bárbaros. No creo que sean bien recibidos allí, sin embargo desembarcaremos en el puerto de Vallen. Es tranquilo y de ahí podrán moverse hasta Shelsy.


Neil agradeció la información sobre el lugar. Por más que intentó sacar datos del capitán sobre su papá Lorenzo no le dijo nada.
Parecía que algo ocultaba pero su presencia le provocaba todavía suficiente miedo como para no ponerse brusco con las preguntas.



El resto del viaje fue aburrido.
Durante una semana los jóvenes vivieron con los bárbaros y comieron de sus alimentos, que aunque les parecía delicioso era de proporciones enormes; lo que sobraba se lo comían horas más tarde mientras que los bárbaros saboreaban sus platos hasta la última pisca de sabor. En otras circunstancias los hubieran matado si veían un plato inacabado de ellos y desperdiciado en el momento de la comida.
Después de las múltiples experiencias en el almuerzo a Neil y Molly no les extrañaba que tuvieran que ir a otros lugares para abastecerse. Todo lo hacían sin medida y demasiado rápido, entre todas las cosas su manera de "ir al baño" era lo que más les asqueaba.

Tedd no despertó hasta tres días después de la paliza que le propinó el bárbaro. Neil le dijo que tuvo mucha suerte de haber estado inconsciente tres días y no oler la putrefacción del barco y sus marinos. No había peor olor que Le Ghiantre durante un día soleado.
Su amigo lo visitó junto con Molly luego de despertar. Ella aunque no lo admitía le preocupaba un poco la salud de McLorence.
Los tres hablaron de lo ocurrido. Molly aunque sorprendida decidió que ese no era momento de interrogar a Neil sobre su reciente declaración sobre que era carne y sangre de Monihiant Xyay. La ladrona tendría muchas cosas que decirle pero no lo hizo en ese momento.

-¿Admitirás que te volvimos a salvar la vida? -pronunció Tedd con dificultad.
-¿Ustedes? Yo salvé mi propia vida -produjo Molly molesta. -En el momento en que el tipo rudo me cargó me hice con las llaves. Cuando se volteó y me lanzó a sus hombros pegué las llaves en el cerrojo. Todo estuvo planeado niños.

Tedd sin ánimos de pelear le dio la razón con un tono sarcástico. Eso provocó que Molly se molestara más de lo que ya estaba.

Neil contó un poco más de los acontecimientos mencionados por Lorenzo Arcal advirtiendo su llegada a la región de Crehios, más concretamente sobre su parada en el puerto de Vallen. Tedd admitió querer tocar tierra lo antes posible.
Molly no perjudicó las decisiones de los muchachos porque tenía que llegar a Vallen, pasear con ellos hasta Shelsy y de ahí tomar un transporte hacia Bornia para volver a reclutarse con sus compañeras.
La joven negó rotundamente su agrado a los chicos y se fue de la habitación, estampó la puerta y después del segundo rebote la puerta se cerró por sí sola.

-Amigo, creo que me gusta. -dijo Neil mirando la puerta.
-¿Molly la gruñona?
-¿Crees que tenga oportunidad?
-Con suerte no, recuerda que ella es una ladrona y asesina, sólo te traerá problemas en el futuro.
-¿Crees que haya asesinado a alguien?
-Según ella sí.


Los marinos gritaron felices -tierra a la vista  -cumpliendo una semana después del Absian-Ley.
Neil y Molly llegaron primero a la borda para ver el puerto al que se acercaban cada vez más. Tedd tardó un momento en llegar hasta los muchachos; todavía tenía delicadas sus heridas y un par de costillas en recuperación.
Al lado de los tres también llegó Lorenzo Arcal para acompañarlos hasta que el barco tocara la orilla del puerto.

-Hay ciertas cosas que tienes que descubrir sobre Monihiant tú solo Neil Xyay. -dijo Lorenzo luego de haber mordido una manzana podrida que encontró hace unos segundos por los barriles cerca del mástil. -Antes de verlo prepárate física y mentalmente. Sobre todo mentalmente.
-Todavía me preparo mentalmente para digerir la noticia. -dijo el carnicero con una sonrisa.
-Por cierto joven McLorence. -se dirigió Lorenzo al muchacho entumecido. -Espero no haber sido muy duro contigo...
-¡Nah! ni me dolió.

Capítulo 9

Capítulo 9
Le   Ghiantre


Habían pasado más de tres horas desde que los jóvenes fueron metidos en contra de su voluntad a los calabozos de la nave: Le Ghiantre, enorme y poderosa, temida y, hasta cierto punto, respetada en todo lo ancho del mar. Las velas eran color negras con el símbolo de las espadas impregnadas en ellas; la madera parecía oscura pero seguramente era por la suciedad que trascendía de los años. A diferencia de los piratas los bárbaros no limpiaban su nave a menos que sea con las lluvias del medio año o la misma agua salada del mar que a veces brincaba precipitada sobre la borda.
Y ya ni hablar de sus desperdicios corporales. Con suerte el mismo mar hacía historia sus "pertenencias".

Los bárbaros de agua salada eran los peores de su especie. La cual se ramificaba entre los que vivían permanentemente como guerreros en las colinas húngaras de Baldohem; y los que viajaban en naves en busca de nuevos refugios y pueblos abandonados dónde pudieran poblar los de su especie... o conquistar.
En el viejo mundo los bárbaros eran uno de los seres más temidos porque conservaban antiguas tradiciones cómo los rituales de sacrificio, dominar reinos enteros y encontrarse en guerras de conquista cómo ya se mencionó antes. Desde luego la pequeña pisca de piedad había sido borrada de su tribu muchas décadas atrás con la guerra que los consolidó como bárbaros separándolos de la gente normal a casi ser animales; bestias insaciables de sangre, sudor y tierra.



Afortunadamente para Neil y Tedd conservaban celdas separadas entre los tres, porque si a Molly le hubiera tocado alguno de los dos ya lo hubiera matado a golpes en ese momento.
Durante esas horas ella las pasó gritando maldiciones y deseando haber muerto en la horca.
Los muchachos guardaron silencio mientras eran regañados. No podían decir nada porque todo era cierto. Su plan había salido catastróficamente mal. Por ningún momento pensaron que tarde o temprano terminarían en manos de los bárbaros... mucho menos prisioneros. Al haber investigado los botes comerciales de esas horas no esperaban ser víctimas de uno de los engaños más aclamados por los comercios y las bahías vecinas.
El padre de Tedd McLorence hace meses le contó que había marinos sangrientos engañando en el mercado para robar comida y llenar sus barcos escondidos de despensa para sus viajes.


-Te puedes ir olvidando de llegar a Shelsy -le dijo Tedd tratando de esconder su preocupación. Aunque después de un rato era muy fácil de notar. -Si ellos estaban en el mercado del muelle quiere decir que se han abastecido para un largo viaje.
-¿Qué creen que nos hagan? -preguntó Neil aterrado.
-Ojala los maten -pronunció tranquila y sin vacilar. Molly estaba más seria que en minutos pasados. -En todas partes he oído los rumores de que los bárbaros del mar casi nunca comen bien. Las comidas son tan escasas que se tienen que matar unos a otros por el último pedazo de pan. Inclusive, a veces, se comen a gente que ellos capturan...
-¡Eso no es cierto! -gritó Neil con los ojos vidriosos.
-¡Ustedes no saben nada de mí! ¡No tenían ningún derecho a salvarme!

Durante unos segundos el joven carnicero y la ladrona se gritaron mutuamente todos sus pesares.
Los tres estaban alterados. Sabían que estaban más cerca de la muerte de lo que podían haber imaginado; al menos Tedd y Neil.
Estuvieron a punto de abrir viejas heridas en ambos corazones cuando de pronto Tedd de un grito los mandó a callar.

-Neil... ella tiene razón, no sabemos nada sobre ella -produjo tranquilo, tomó su debida pausa y aprovechó que era escuchado por sus compañeros de celda. -Los tres somos muy distintos y tenemos diferentes formas de pensar. Incluso me atrevo a decir que es mejor que se hayan dado estas circunstancias, porque el mundo fuera de Laroiss es muy cruel. Quizás tú Molly ya lo sabes... pero no hay de otra que seguir viviendo.
Ahora en este momento estamos atrapados y no pienso morir atrapado. Todavía me falta robarle el corazón al amor de mi vida.
-¿Cómo vas a salir de aquí? -preguntó Molly ignorando su último comentario.

Los tres jóvenes escucharon voces en la parte superior del barco. Justo encima de ellos sentían que las cosas estaban agitándose.
Miraron los tres casi al mismo tiempo por pequeños orificios que daban hacia el exterior. Al principio no veían más que mar y cielo. Sin embargo en un instante el paisaje fue bloqueado por las naves del imperio real de Laroiss y la frontera con el sur hacia las ciudades centrales.

Neil no pudo evitar una sonrisa de entera satisfacción y estuvo a punto de gritarles que allí lo tenían preso. Pero luego recordó lo que hizo en La Gran Central y pensó que bajo la advertencia que había recibido en la corte real y aún después haber detenido la ejecución de Molly tendría el mismo destino en Laroiss que con los bárbaros.
A pesar de todo su llama por seguir su viaje hacia Monihiant Xyay no se había apagado por completo.

Le Ghiantre pasó la frontera sin muchas complicaciones.
Uno de los generales pisó el bote por unos cinco minutos y luego regresó con sus compañeros. Los jóvenes no vieron nada ni escucharon más allá de los pasos en el piso de madera, sin embargo se les hizo claro que la frontera era sobornada por los bárbaros. No sabían cómo pero había ya un trato ahí. De alguna forma los bárbaros les tenían que ser útiles a ellos y dichos cerdos aprovechaban su inmunidad para abastecerse en sus viajes.



Pasó un largo rato en el que los muchachos no vieron ni sintieron presencia de nada sobre sus cabezas. El barco siguió su rumbo atreves del mar por unas cuantas horas más.
Los tres morían de hambre. En Molly era menos notorio y aún así le gruñían las tripas.

-Fue inútil empacar -dijo Tedd a sus compañeros. -Seguramente ya todo lo habrán hecho pedazos. La poca comida que trajimos ahora debe estar regada entre ellos a como se les dio a entender.
-Es que todo lo planearon muy bien, no sé por qué todo ocurrió de esta forma. -produjo sarcástica Molly ya recostada en la rechinante madre maloliente y vieja.
-Para empezar no tendríamos estos problemas si no fuera por ti y tus compañeras... -exclamó McLorence.
-Nada de eso hubiera pasado si no te comportaras como un casanova para hacer tu vida más interesante. Con mis compañeras luego me las arreglo.

La discusión de Tedd y Molly duró demasiado poco; un fornido y oloroso bárbaro entró a los calabozos, abrió la celda de la chica y con sus sudadas manos la tomó  y la cargó entre sus brazos hasta ponerla en sus hombros y dejar su cuerpo colgando como un costal de papas.
La chica apenas y se inmutó con tal acontecimiento. Tenía un rostro inexpresivo cuando el hombre se la llevó.
Todo pasó tan rápido que ni Neil ni Tedd tuvieron tiempo de reaccionar. Quizás en el fondo no querían ser ellos los que fueran sacados de ahí con tal persona.

Tedd se volvió a su amigo.

-Tenemos que salir de aquí -dijo Neil antes de que Tedd pudiera articular palabras semejantes. -Tenemos que ayudarla.
-La debes amar demasiado como para querer subir allá con todos ellos.
-¡No es eso! -se sonrojó Neil y apuntó hacia la celda de Molly. -El bárbaro dejó las llaves pegadas en el cerrojo de su celda.

Tedd volteó y comprobó que era verdad. Sin embargo eso no provocó que se sintiera más tranquilo ni un poco.

-No importa que escapemos de las celdas, aún seguiremos atrapados en esta enorme prisión flotante. -Tedd respiró profundamente y aunque el olor fétido lo hizo toser fuertes bocanadas de aire comprimido continuó. -Sólo habrá una manera de salir con vida y es muy arriesgado para nosotros.
-Me da miedo preguntar.
-Absian-Ley.
-¡No! -gritó Neil ante tales palabras.

Tedd ignoró las palabras de Neil exclamó con tal desesperación. El joven estiró sus brazos y tomó las llaves.
Bastó un minuto para que los dos estuvieran fuera de sus jaulas. Neil seguía pronunciando sus preocupaciones hasta que su amigo lo calló.

-No importa lo que digas, tú bien sabes que es la única manera -dijo Tedd con las manos en los hombros de sus amigos. -Otra cosa, creo que ya lo sabes pero no debes decir absolutamente nada sobre que eres el hijo de Monihiant.
-Descuida, no tienes que decírmelo -Neil volvió a tener sus ojos vidriosos mientras acompañaba a su amigo a la parte superior del barco.



Al subir encontraron la desagradable escena de al menos una docena de esos bárbaros rodeando a Molly; ésta un poco golpeada del cuerpo y semidesnuda.
Tedd y Neil llamaron la atención de todos los tripulantes. Por primera vez se dibujó un rostro de alivio en la joven, seguida de una amargura profunda en sus ojos oscuros avellanados.

Los bárbaros estaban a punto de arrematar contra los muchachos de Laroiss cuando las palabras seguras de Tedd los detuvieron.

-¡Absian-Ley! -gritó. -¡Convoco un Absian-Ley!

Un silencio sepulcral inundó el bote; sólo el mar gritaba con sus olas a la vez que se estampaban contra Le Ghiantre.
El bárbaro de cabellos castaños: capitán del bote inmundo y pegajoso dio unos pasos al frente. Salió a la vista de todos.

-Debes saber que el sólo hecho de convocar esas palabras traerás grandes sacrificios para ti y tus amigos -su robusta voz imponía seriedad en el aire. -¿Qué puedes tener tú que yo quiera? Tengo sus vidas, tengo sus esperanzas encerradas en este puño.

Apretó su mano para formar el puño del que hablaba en su alegórico discurso.

-Yo lo sé bien... -dijo Tedd aunque con su voz decidida sus piernas le flaqueaban. -Pero también sé muy bien que los bárbaros tienen un código. Igual o casi idéntico al de los piratas. Mi conocimiento de él no le incumbe a usted; acabo de invocar un Absian-Ley y eso significa que tendremos tú y yo un duelo a muerte. Ahora sólo la negociación nos incumbe sólo a nosotros.
-No me hagas reír...
-El sacrificio del invocador, o sea yo, será su propia vida y la de mis compañeros.
-¿Por qué aceptaría sus vidas? Ustedes ya me pertenecen.
-No puedes negarte -replicó el chico. -La invocación provoca que nuestras vidas están en juego. Todo lo demás lo decidirá el ganador y yo conozco lo que le ocurrió a aquel bárbaro que rehusó un Absian-Ley.

Todos los tripulantes del bote miraron comprometidos a su capitán. Él más que nadie sabía lo que le ocurriría si se negaba a aceptar el duelo. Nada más que ser la víctima de todo su bote, todos lo golpearían hasta matarlo.

-Si yo gano -dijo McLorence temeroso. -Tú tripulación nos liberará en la siguiente parada.
-Eres valiente muchacho. -pronunció después de haber dejado de reír. -Si yo gano usaré tu cuerpo para atraer a troinos al barco y con ellos usaremos a tu amigo hasta que suplique por su vida. Claro que a la preciosura nos la quedaremos para otros asuntos...
-Es mi vida por la tuya -dijo Tedd asqueado. -No entremos en detalles.

El capitán se giró a su tripulación.

-¡Preparen el barco y dejen toda esta parte despejada! -gritó -¡Tú y tú traigan las armas!

La tripulación se agilizó como si les hubieran prometido el festín de sus vidas. Se propagaron a hacer las tareas concedidas por su capitán.

-Mi nombre es Lorenzo Arcal -dijo y se quitó su túnica escarlata para dejar desnudo su cuerpo desde su torso hasta sus cabellos largos y desgreñados.
-Yo soy Tedder McLorence. -dijo el joven e imitó la acción del bárbaro únicamente librándose de su chaleco y atuendo azul. -Es curioso que ambos seamos Lorenzos cambiado por las regiones a la que pertenecemos.
-¿Sabes qué más es curioso?
-¿Qué?
-Que me hice capitán de éste barco a tu edad.

Las palabras de Lorenzo dejaron tan confundido a Tedd que no se dio cuenta cuando la tripulación terminó los preparativos y ya todo estaba listo.

lunes, 2 de abril de 2012

Wallpaper 1

Hola, en mis horas de ocio hice este sencillo Wallpaper de The journey to monihiant xyay, espero que les guste.

 Ingles
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Español
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sábado, 17 de marzo de 2012

La Falsa Biografía de Monihiant Xyay

Este trabajo de escritura lo hicieron unas compañeras de curso de ingles. Es más de ellas que mío y es por eso que dejo presente y respeto sus derechos de autor.
Publicaré sus nombres y canales cuando tenga la biografía en limpio. La historia no es mía es de una de las chicas, yo no lo escribí sino la otra compañera. Lo único que aporte fue el nombre por lo tanto ésta no es la biografía real de monihiant xyay.


lunes, 5 de marzo de 2012

Capítulo 8


Capítulo 8
El   Juicio


La ladrona subió los escalones de madera que rechinaban uno a uno como galitanes furiosos protegiendo su camada. El rugido de la gente no dejaba escuchar más que maldiciones y risotadas; todos dirigidos a la joven la cual ya le estaban poniendo la soga alrededor del cuello; la ataron fuerte aunque no demasiado por experiencias pasadas. Había ocurrido ya varias veces que los ejecutores amarraban muy ajustada la soga a los condenados antes de soltarlos a su muerte. Ocurría que se asfixiaban antes de poder decir sus últimas palabras, caían desmayados y todo era más complicado no sólo hacia el jurado sino también hacia los lugareños morbosos.

La joven elevó su mirada sobre la multitud, fría y sin emociones apartó la vista y concentró sus últimas visiones en ver el mar que los rodeaba casi por completo. Cualquiera diría que anhelaba salir volando libre como un ave de ese maldito lugar. Pero la cruda realidad es que Molly no deseaba más que morir allí mismo.
Ella pertenecía a un grupo de asesinos que firmaban con sangre un juramento de lealtad al destino: sostenían religiosamente la creencia que debían luchar por sus vidas todo lo que pudieran, que si te atrapan debes seguir aferrándote a tu vida hasta el final; dicho final lo debías enfrentar con el honor que te sostuvo en pelea y dar la cara a la persona que te arrebate la vida. No vivas con la vergüenza, decían.

Finalmente le fue atado un grueso nudo alrededor de su cuello y girado hasta su nuca para cerrarlo allí. Mediante una cuerda se trenzó entre el nudo y dicha quedó muy justa para el peso proporcional de Molly y así poder levantarla.
Y hecho, la cuerda elevó el cuerpo de Molly lo suficiente como para dejar a la joven parada con la punta de sus pies.

En la silla real se encontraba la reina Catherine de la Feersh, por supuesto en una plataforma de un metro de alto por encima de la multitud; no sólo para ver mejor la sentencia sino para sentirse superior al resto de los habitantes de la villa y de La Gran Central. La reina no pudo ocultar una mueca en sus labios de especial satisfacción al ver a la joven ladrona en tal embrollo.
Molly la hubiera insultado con algún gesto pero tenía las manos atadas.



La ceremonia comenzó con el mismo juez dictando los crímenes que hicieron de Molly una de las asesinas más buscadas de los alrededores, junto con sus compañeras que no pudieron atrapar.
La gente gritó más fechorías supuestamente hechas por la muchacha, el juez ignoró todo lo no oficial dictado, escrito y estipulado por él mismo en la corte anterior. De entre todos era el que más lamentaba este momento.
El juez se dirigió a Molly, le hizo el gesto de salvación como hacía con todos los condenados en la villa de Laroiss.

-¿Tienes algunas últimas palabras que quieras decir?- le preguntó con dolo.
-Sólo que no me arrepiento de nada- exclamó sin vacilaciones. -Y que espero que la reina Feershis muera gorda y sola. No como yo que hasta audiencia tengo y soy bastante delgada.
-¡Exijo que acaben con su vida de una buena vez! -gritó la reina roja del coraje al mismo tiempo que algunos de la villa soltaron una carcajada pero la callaron antes de que alguien se diera cuenta de quién fue.


El ejecutor se dispuso a seguir. Sujetó con fuerza la palabra que abriría súbitamente la escotilla y dejaría caer al cuerpo. Sin embargo dicha acción nunca ocurrió. Sus oídos escucharon un leve chiflido en el viento; al instante un cuchillo de carnicero se impactó con el soporte inferior izquierdo de la horca.
El ejecutor, cauteloso, se apartó unos centímetros. Todas las personas vieron el cuchillo clavado en la madera y buscaron al responsable con sus miradas.
No tardaron en notar todos en silencio como una voz joven se quejaba de su tiro fallido. Renegaba de su buena puntería en momentos menos importantes y de cómo en los momentos de vida o muerte se atrevía a fallar tan catastróficamente.

A pesar de que todos voltearon simultáneamente a la azotea de la casona del que provenían los gritos y quejas infantiles ninguna persona se movió de su lugar, quizás esperaban que algo más pasara o que el muchacho callara.

Nadie pudo pre visualizar un segundo tiro realizado desde el mismo lugar de los quejidos. Salió disparado el segundo cuchillo con un modelo diferente de mango pero con el mismo chiflido ensordecedor del anterior.
Esta vez el arma blanca arrasó por completo la soga que sostenía del nudo hecho alrededor del cuello de la muchacha. La cortó y al instante la joven cayó súbitamente al suelo muy sorprendida.
La reacción de la gente fue de total asombro, unos gritaban ofendidos, otros se expresaban contentos. Sin embargo todos compartieron la inercia de agacharse previniendo un tercer ataque.



De un sombrío callejón salió un jinete cabalgando; el caballo traía puesta la armadura insignia de la realiza. El jinete tenía ávidas manos para tirar de los cabellos del corcel. Su rostro estaba cubierto por una prenda que rodeaba toda su cabeza, únicamente con unas pequeñas aberturas para su visibilidad.
Manipuló al animal hasta que llegó a los pies de la horca.

El jinete saltó a la base de madera y de unos pocos pasos alcanzó a la joven, la sujetó de sus prendas y tiró de ellas bruscamente. La chica trató de evitarlo pero la confusión del momento y sus manos atadas impidieron que usara todas sus fuerzas.
Fue tirada en el carro del que tiraba el animal.
El joven montó al caballo y procuró salir lo antes posible del centro de la plaza. Sus orbes verdosos trataron de encontrar la más pequeña de las aberturas entre el mar de gente que gemía molesta y lanzaban todo lo que pudieran a la joven recostada de mala gana en la base de la carreta.

Molly pataleaba hacia cualquier lado que pudiera. El muchacho se lanzó sobre la multitud la cual le fue abriendo paso al caballo para no salir heridos.
Aunque los dos ya se habían apartado varios metros del lugar todavía pudieron escuchar los gritos despavoridos de la reina exigiendo la cabeza de los tres; si, también ordenó la del caballo.

-¡Eres un idiota! -gritó la ladrona tratando de ponerse de pie, cosa que se le dificultó bastante sin el acceso completo a sus manos y la carreta brincando de un lado al otro bajando por la calle principal que conectaba La Gran Central con la villa de Laroiss. -No tienes ningún derecho de salvarme la vida!
-Eres una malagradecida -gimió Tedd McLorence quien efectivamente se encontraba debajo del improvisado disfraz. -Además esto no fue idea mía, por mí te hubieras muerto.
-Púdrete. -le dijo Molly al tiempo de divisar a otros dos jinetes de aspecto noble tratando alcanzar su transporte.

El primero de ellos corrió con su corcel hasta quedar unos centímetros de su objetivo. El caballero saltó a la carreta y se preparó para desenvainar su espada.
Molly ya le tenía lista una trampa; incluía una madera floja en el carro, era la catapulta humana perfecta para que de una pisada suya saliera despedido el cuerpo del agresor.
Sin embargo no pudo ser así. Neil preparado saltó del tejado de una casa que estaban pasando en ese instante los muchachos. Era parte del plan atrapar al joven carnicero en esa parte del recorrido.

Neil cayó furtivamente sorprendiendo a Molly y al soldado. El caballero lanzó su primer sablazo hacia el joven cuando antes pensaba primero en rebanar a la chica con la guardia baja. Molly molesta agarró a Neil violentamente con sus manos atadas y se giró con él para cambiar de lugar; aprovechó que la misma espada cortara el nudo en dos partes.
Con sus manos liberadas evitó con la izquierda un segundo ataque sujetándolo del brazo muy lejos del arma; con su mano desocupada paralizó al hombre golpeándolo en el pecho. Dicho movimiento le dio tiempo de propinarle una patada en el estómago antes de que recuperara el aliento.
Al menos el cuerpo del hombre terminó volando fuera del carro, pensó ella.

Se volvió furiosa hacia Niel:


-Tú... -pronunció con tantas palabras e insultos en sus labios que no pudo sacar a tiempo ninguna. Su frustración era evidente.
No hubo tiempo de nada pues el jinete restante sacó una ballesta y apuntó al caballo. Tedd dobló por un callejón lleno de ropa colgando. Molly y Neil perdieron el equilibrio y se cayeron sobre la crujiente madera uno encima del otro.
McLorence intentó de evadir toda la ropa, intento fallido por cierto, y salió a la calle principal de Laroiss que bajaba por el mercado hasta el desembarcadero.

-Creí que iríamos mejor de tiempo. -pronunció preocupado.
-Sigue corriendo, lo alcanzaremos... -dijo Niel de rodillas con la visibilidad en el resto de los botes.
-¡Están locos...! -ahogó la chica sus gritos al casi ser atravesada con una flecha que penetró el carro justo a un lado de su brazo.
-A la cuenta de tres saltaremos a aquel bote. -aunque Tedd lo dijo seguro el panorama no lo era. El bote que advirtió con su dedo ya se estaba alejando de la orilla del muelle.

La lluvia de flechas comenzó a aferrarse sobre el cielo contra ellos. Aun así no pudieron evitar que McLorence soltara al caballo y así dejar a la carreta andando sola; con el vuelo proporcional al cuerpo de los tres muchachos tomó tal velocidad que rebasó el alcance de los tiradores y al llegar a la orilla los jóvenes saltaron y lograron caer en el bote con algunos rasguños y músculos adoloridos.
Los chicos se levantaron y se miraron entre sí.

Neil apenas iba a empezar una complicada reflexión de su vida hasta este momento de decisiones liberales; lamentablemente los tres fueron atacados apenas y subieron al bote.
Fueron atados de sus brazos hasta sus manos, les rodearon sus bocas con telas sucias y desgastadas para que evitaran hablar. Unos cuantos del bote les arrimaron el filo de sus espadas a pocos dedos de sus cuellos y lograron someter a cada uno de los chicos.
Neil y Tedd denotaron miedo instantáneamente al recibir tal trato; Molly estaba más tranquila; su rostro cambió cuando el bote avanzó unos minutos y llegó a unas piedras en aguas más picadas. Detrás de ellas estaba lo que parecía el verdadero barco: su aspecto era aterrador, de madera oscura y desgastada, sus tres mástiles se elevaban a través de la neblina provocada por la explosión de las olas en las piedras que pinchaban el cielo.
La joven ladrona identificó la bandera del barco: clara, con dos espadas cruzadas de color rojas, sobre ellas habían dos hoyos negros que simulaban ojos; eran los bárbaros de Crehios. Lugar desagradable para todo aquel que apreciara su vida. Afortunadamente yo debería estar muerta, pensaba ella tratando de darse ánimos.

Recibieron la orden proveniente de abordo y los bárbaros cargaron a los chicos; uno cada uno. Al llegar a la base principal del barco donde estaban todos los marinos lanzaron los cuerpos de los tres como animales en el matadero.
Los bárbaros regresaron a sus labores. No tardó nada en llegar el capitán del barco. Ellos lo sabían porque a diferencia de todos los demás éste se le notaba el atuendo de capitán bárbaro; sus cabellos estaban desgreñados, largos y castaños, su barba no era mucha pero si de color oscura, traía una túnica color roja escarlata al igual que su tricornio que estaba partido de un lado, la túnica caía hasta poco más arriba de sus botas azul color fuerte.

-Bienvenidos a Le Ghiantre -produjo una voz ronca y robusta. -Mi hogar, su prisión.