lunes, 22 de agosto de 2011

Capítulo 2

Capítulo 2
La   Gran   Central


Las estrellas se pusieron. Todos los faros de luz se prendieron en la villa de Laroiss. La noche le caía tan bien.
Los establecimientos volvieron a prender sus luces; la gente, elegante, salió de las tiendas y casas, dejaron atrás sus aparatajes vidas y se lanzaron a la noche. Laroiss estaba llena de misterios en sus casinos, el bule; con sus bellas muchachas vestidas en plata por toda la calle.

De la tienda de Barry también salieron los dos jóvenes. Neil estaba arto de haber permanecido más de cinco horas allí dentro en la tienda. El olor de las antigüedades era muy fuerte para su joven olfato; sólo alguien como Barry Jr. era capaz de aguantar tales aromas a madera vieja, polvo que se engaña en la ropa, que por cierto, la volvía muy vieja y acabada.
Neil se limpió sus ropas. Tras él Tedd hizo lo mismo y luego le dio golpes suaves en su hombro.

-Bonita noche.
-Como la de todas las noches –exhaló Neil desanimado.
-Lo sé. –dijo Tedd, segundos después puso su rostro de conquistador: rostro que Neil sabía muy bien que traería problemas futuros a cortos o largos plazos. –Te dije que tenía una sorpresa para hoy.
-¿En serio no podemos sólo volver a nuestras casas? –decía Neil mientras observaba a su amigo vivaracho sacar una hoja de su bolsillo
-Aquí esta –dijo Tedd ignorando las palabras de Neil. Ambos se comenzaron a ir para una dirección diferente a la de sus casas. Neil siguió quejándose solo a la par que seguía a Tedd.
-En serio, a veces extraño ver a mi mamá de noche Tedd. –ambos caminaron hasta tres calles subiendo por la ciudad. -¿Qué será esta vez? ¿El cierre del museo? ¿Incendiar algún edificio? ¿Un picnic en la montaña rusa del parque? –siguió quejándose.
-Esta vez no planeo algo demasiado extremo amigo… sólo veremos a un par de pollitas en la gran central.
-¿Pollitas?
-¡Mujeres Neil! –le gritó desesperado. –De verdad ya te faltaba salir. ¿Alguna vez has visto alguna mujer que no sea tu mamá?
-¿Tú mamá cuenta? –dijo Neil con tono burlón.
-Já… Já…–rió sarcásticamente. –Muy gracioso.

La conversación de los muchachos aguantó hasta que, de la villa pequeña con casitas de barro y puestos tirados en la calle; establecimientos de pan y pescado, vinos y licores, frutas y verduras. La villa de Laroiss se fue convirtiendo poco a poco en La Gran Central.

La Gran Central era nada más ni nada menos que la parte de la ciudad que le pertenecía a la familia real. Y todos los habitantes de esta zona céntrica eran potencialmente ricos; variaban desde los típicos lugareños que se ganaban la lotería y compraban terrenos en esa parte de la ciudad; hasta los que venían de otros lugares y querían pasar sus vacaciones en la villa de Laroiss y de allí a La Gran Central.
Las miradas eran opacadas por el brillo de sus casonas; los boulevards, los restaurantes enormes con promocionales encima de sus tejados, las luces parpadeantes de las esquinas, los semáforos que daban el paso a los vehículos. Todo brillaba mucho más reluciente. Por obvias razones la vista de Neil no perdió placer con el pasar de las calles. Para su querido amigo McLorence todo esto ya era bastante conocido, prefirió guardar sus ansias y continuar caminando hasta la gran fuente; en la céntrica plaza de armas.

Llegaron y se recargaron en la fuente. Neil estaba intranquilo.

-No deberíamos estar aquí, nuestros atuendos saltan mucho con todo este lugar.
-No te preocupes, siempre y cuando traigas algo de glins todo está bien. –le dijo y le mostró una cartera vieja llena de glins brillantes en plata y oro. –Además no hacemos nada malo, las pollitas son de aquí; de La Gran Central. Tampoco es como si nos estuviéramos acercando al castillo.

Tedd soltó una risita y a lo lejos divisó y reconoció a dos chicas acercándose a los jóvenes.
A diferencia de los muchachos polvorientos y sudados de tanto caminar, las chicas estaban relucientes. Sus vestidos les hacían justicia que eran pertenecientes de ésta parte de la ciudad; sus sonrisas se soltaron a pequeñas risitas mudas que destaparon el poco interés que tenían en los muchachos, y su mucho interés de lograr algo ésta fría noche. El sonido de sus tacones llegó hasta los oídos de los muchachos, ambos se miraron a los ojos y se produjo un inquietante silencio cuando las jóvenes llegaron y saludaron.

El silenció se vio interrumpido cuando Tedd comenzó a platicarles:

-Buena noche la que yace sobre nuestros cabellos, que aunque los nuestros, mal peinados, nos llenan de alegrías y emociones el tan sólo pensar en pasar una bella velada con ustedes…

El silenció penetró más profundamente que la vez pasada en el rostro de los cuatro. Una de las chicas frunció una ceja y miró al pobretón que tenía enfrente.

-Está bien… ¿A dónde iremos? –preguntó tratando de hacer oídos sordos a las anteriores palabras del muchacho. Que aunque no faltantes de romanticismo ella no era lo suficientemente culta como para entender el significado profundo de su acompañante.
-Tengo hambre –rugió Neil con poco interés en las chicas.
-Yo también –replicó la otra muchacha que estaba pocos centímetros detrás de la primera que habló.

A partir de esas palabras los cuatro se fueron de la fuente y dieron paso a un restaurante de lo más elegante. La bella construcción de los muros era un estilo que se asemejaba mucho a las enormes casas del norte: estructuras sólidas de roca negra. La piedra del norte era conocida como “Roca caliente” provenientes de sus volcanes, lograban monumentos elegantes y con cierto interés turístico.
En éste caso el restaurante tenía la gran estructura de roca, pero con acabados sobre tejas de rojo escarlata.

La observación de Tedd a ella fue que tenía un estilo parecido a los grandes imperios de las ciudades volcánicas de Wenlef; las jóvenes quedaron impresionadas por el vasto conocimiento que desprendía McLorence con cada cuadro que pasaban por los pasillos que conducían al restaurante. Poco a poco su recorrido de la puerta hasta terminar los cuatro sentados en la mesa fue cambiando los rostros fácilmente enamorados de las chicas hacia Tedd.

El menú no tardó en llegar, mismo tiempo que no tardaron tampoco las expresiones de Neil hacia el precio de la comida; Tedd por otro lado estaba bastante tranquilo. Neil pensó que si había visto lo mismo que él y permanecía así, entonces su mejor amigo era un maestro del engaño.
Las chicas tomaron su orden y pidieron ambas lo mismo; como si de gemelas se tratara, o quizás ambas se comparten el cerebro: un té de manzanilla con una capa de miel almohadada en azúcar de los montes Kilers; como sopa pidieron la del día, la especialidad de las rutas volcánicas, de el ya mencionado por Tedd, pueblos de Wenlef; y como plato fuerte pidieron un corte fino de carne de Jolhmi.
El mesero no hizo ninguna expresión, anotó cada una de las exigencias de las señoritas y se volteo hacia los jóvenes. Tedd sonreía despreocupado, miró al menú y pidió una ensalada con frutas exóticas de los valles de Laroiss, muy cerca de estas regiones; como platillo fuerte se sentenció pidiendo un corte fino de Jolhmi, igual que las chicas pero con una salsa especial de la casa, algo picosa pero con un toque dulce; para tomar pidió una soda burbujeante de menta. Terminó, cerró el menú y se lo entregó al mesero, que con la misma expresión miró a Neil, quien se limitó a pedir agua.
El mesero tomó el último menú, una de las chicas pidió que dejara un menú para ver lo que querrían a la hora del postre. El mesero pidió permiso y se fue elegantemente hacia otras mesas.

-¿Seguro que no quieres algo de comer? –preguntó no muy preocupada una de las chicas mientras se retocaba su maquillaje.
-Seguro –dijo Neil entre dientes y no pudo evitar lanzarle una mirada a Tedd de desesperación.
Tedd respondió su mirada con una sonrisa tierna. Se volteó de nuevo a la conversación con las chicas y por unos segundos esa sonrisa, que aunque sabía que era hipócrita, lo mantuvo un poco aliviado.

Antes de traer la comida las chicas pidieron ir al baño, como de costumbre, juntas. Tedd se despedía de ellas con sus ojos perdidos en ambas y su rostro enamorado, su mano la agitaba de arriba abajo gritándoles que no se tardaran demasiado.
La puerta del baño no había cerrado todavía cuando Neil pierde los estribos y comenzó a gritarle a su acompañante, no antes sin darse cuenta que sus gritos no los alcanzaran a oír nadie más:

-¡¿Pero qué demonios te pasa?!
-No creí que ellas nos llevarían a un lugar tan caro… -explicó Tedd.
-¿De dónde las sacaste? –preguntó indignado.

Tedd comió un pedazo de pan que trajeron los meseros como entremés.

-Una tarde me paseaba por aquí, y las vi. Me gustaron….
-Y qué vamos a hacer –interrumpió el joven con enojo. Entre sus manos arrugaba una servilleta de las que se ponen en las piernas. –Dijiste que tenías algunos glins… -se desanimó.
-Sí, pero no pensé que…
-¡¿Qué vamos a hacer?! –volvió a interrumpir desesperado y mordiendo la servilleta.
-Mira, ahí vienen, tú déjamelo todo a mí.

Las chicas llegaron y se sentaron. Al instante la comida fue servida; los platillos, sopas y las bebidas. Tres cuartos de la mesa estaban repletos mientras que uno sólo se divisaba por un vaso de agua natural.
Una mirada matadora de Neil le fue suficiente a Tedd para tomar cartas sobre el asunto.

-¿Está rica la comida? –preguntó Tedd vacilante.
A Neil se le escapó otra mirada ya casi con el tic de su ojo desbordándose.

-Bueno, bueno chicas… me lastima éste sentimiento que me provoca ir directo al meollo del asunto. –las chicas pararon de comer y lo vieron con incógnita. –La verdad es que no tenemos suficientes glins para pagar lo que hemos pedido, apenas y podremos pagar el agua de Neil… -agitó su mano y por accidente tira el vaso de agua al suelo, se derrama sobre la roca caliente. Neil continuó con su tic nervioso y su mirada furiosa esperando a que Tedd terminara de hablar. –Lo siento amigo, en fin… el problema es que no tenemos dinero. ¿Qué pasará?

Las jóvenes tragaron su comida al mismo tiempo y los miraron por unos segundos; acto seguido se miraron a los ojos y comenzaron a charlar en susurros como si de un secreto se tratara. Neil y Tedd cruzaron miradas preocupados; eso no detenía a Tedd de comer su asado placenteramente.

-Muy bien, les pagaremos sin problema la comida…
-¡Oh! Muchas gracias –dijeron ambos muchachos.
-Pero…
-¿Pero?...
-Tendrán que hacernos un favor…. Especial –dijo con ojos picaros la otra chica sobre los orbes verdosos de Tedd.
-Já, nosotros somos expertos en hacer favores… -pausó Tedd con picardía, con su lengua remoja sus labios y continua. –Especiales.

Las chicas se vieron con una sonrisa de dientes.




-¡¿El castillo de Catherine?! –gritó Tedd frente a una enorme construcción de piedra medieval. Cada torre tenía su propio puente y escaleras inferiores. La entrada era delimitada por una reja de hierro, aunque era uno de los castillos más hermosos de la generación; de noche no podía evitar tener un lado lúgubre y endemoniado entre sus chorreantes muros llenos de lama.

-Si –replicó una de las chicas dando un paso al frente, quitó una roca de los muros laterales de la entrada y la hizo a un lado, mostró una posible entrada para los campos del castillo. –Para pagarnos el favor de la comida ustedes nos acompañarán al castillo de la reina Catherine y obtendremos al menos una prueba irrefutable de que estuvimos ahí.
-Nos gustan las emociones fuertes –replicó la otra chica y entró por el pasadizo.
-Todo esto me da tan mala espina. –dijo el joven carnicero asustado y temeroso de entrar al pasadizo.
-Ve el lado bueno amigo.
-¿Cuál?
-Comimos gratis –Tedd sonrió
-Cállate –dijo molesto y lo siguió.

2 comentarios:

  1. "era bastante muy fuerte para su joven olfato"

    o era muy fuerte o bastante fuerte, no hace falta exagerar tanto, hace que tu oración se lea fea.

    En fin, mejoraste muchísimo desde el viernes xDDD y sabes? Me gusta como lo relatas en pasado. De verdad me gusta mucho, felicidades!!!

    ResponderEliminar
  2. muchísimas gracias patita :D
    me agrada que te vaya gustando, subiré más caps proximamente xB

    gracias por tus consejos, me sirven de mucho e muchas maneras.

    ResponderEliminar