miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 4

Capítulo 4
Molly   la   Ladrona


Con cada nuevo respiro Neil y Molly se llenaban de más guardias; tanto en el puente hacia la torre sur, como también en los pasillos de las mazmorras.
Ya había pasado un buen rato cuando las hélices del helicóptero habían dejado de sonar. Se encontraba lo suficientemente lejos como para olvidar el plan A; aunque Molly era una chica joven aún ya tenía bastante experiencia en esta clase de situaciones.
Por diferentes azares de la vida ésta no era la primera vez que se metía en problemas que la obligaban a desenvainar su espada y estar rodeada por un centenar de hombres armados con la intención de capturarla.

-¿Podrás con ellos Molly? –pronunció bajo Neil aún tirado en el suelo por el golpe que le había propinado de corazón la ladrona.
-Que sepas mi nombre no te da el derecho de decirme así, aún te odio…

Su voz fue cortada por el movimiento de su hoja metálica chocando contra una de las espadas largas de un soldado. De una patada Molly logró alejarlo lo suficiente como para contraatacar con su propia arma, la cual chocó violentamente contra el escudo del guardia provocando un estruendoso sonido agudo.
Molly dio un giro y volvió a golpear su espada contra la guardia real sin grandes resultados. Todos estaban escudados en sus armaduras que eran cual murallas; era una característica muy específica de la familia real de La Gran Central: al igual que sus muros, sus guardias eran impenetrables.

-¿No traes alguna especie de arma o algo? –le preguntó al muchacho tirado sin mirarle la cara.
-Sólo soy un carnicero… todo lo que podría llevar en mis bolsillos son cuchillos y afiladores. Pero no, no llevo nada.
-Válgame, de todas las personas con las que pude haber quedado enrollada en una situación así, tuvo que ser con un niño que no trae ni una navaja para defenderse… eres patético.

Un soldado de aspecto pesado se echó al ataque contra Molly propinándole un par de movimientos lentos pero, por la expresión de la chica, eran altamente fuertes; su gruesa espada chocó contra el metal de la chica y terminó rompiéndola en el último choque. La joven se echó hacia atrás y ésta fue embestida por el escudo del soldado.
Terminó en el suelo, herida e inconsciente.

El muchacho logró lanzar un grito que se ahogó al ser golpeada su nuca. La visibilidad de Neil fue perdiendo la luz; sus ojos de pronto se cansaron y se fueron cerrando muy lentamente. Su cuerpo cayó en el suelo y dio un suspiro, que aunque él no escuchó, dio alerta a los soldados que él ya no se encontraba en sí.
Cerró los ojos y se perdió en la oscuridad.





Neil fue el primero en abrir sus avellanados orbes.
Su cuerpo se sentía húmedo como la roca sobre la que estaba acostado. Parecía escuchar agua siendo derramada; las paredes chorreaban un montón. De primera instancia divisó una cama, encima había alguien, alguien que no reconoció hasta después de unos segundos de haber tenido los ojos abiertos. Era Molly la que estaba acostada, aún inconsciente.
Neil trataba de levantarse pero sus temblorosas manos no le daban tregua a la hora de resistir el peso de su cuerpo; decidió cerrar los ojos. Volvió a contener el sueño.





Ésta vez fue despertado por Molly.
Ella con sus manos movía el cuerpo del muchacho, él sentía como si lo retuvieran mil elefantes contra el suelo. Apenas y tuvo fuerzas para abrir los ojos nuevamente. Su respiración se tranquilizó y pudo mirar a la joven que lo empujaba con su pie descalzo, estaba sentada justo a su lado con la mirada perdida.
Al mirarla pudo apreciar más el lugar donde se encontraban. Era fácilmente reconocible como un calabozo; estaban en una celda para prisioneros y los que esperaban ser enjuiciados junto con un montón de bandidos. Aún en los tiempos actuales a la reina Catherine le seguían atrayendo éste tipo de cosas; desde las torturas más arcaicas, hasta las celdas más tradicionales de la edad antigua.
El insoportable dolor de cabeza del joven carnicero no lo dejaba ponerse de pie de un salto como lo hubiera hecho en otras condiciones. En su defecto, se fue levantando poco a poco conforme su cuerpo se iba recuperando y sus brazos impulsaban su pobre ser hasta que se pudo sentar.

-¿Dónde estamos? –preguntó débil y adolorido.
-En un calabozo. –le respondió Molly desanimada. –Nos atraparon –Explicó. -… cuando desperté ya estaba aquí. Me encontraba muy débil y me subí a la cama a descansar un rato más. Tal parece que nos echaron como animales a un corral.

Neil divisó la entrada. No eran barrotes como él estaba acostumbrado a ver en las películas o en las series de televisión. Era una puerta con sólo un espacio donde podían asomar sus rostros para ver el pasillo y algunas otras celdas. A sus espaldas tenían una ventana donde podían recibir un poco de luz; tal parecía que era de día pues la luz del sol entraba apenas y rozando sus cuerpos.
El joven se levantó, sujetó su cabeza con una mano y la comenzó a apretar pensando que así el dolor desaparecería. En efecto, le sirvió lo suficiente como para ponerse en marcha y, al menos, poder terminar apoyado en un muro que chorreaba agua de dudosa procedencia.

-Hace unos momentos me dijiste que eras carnicero…
-Aprendiz de carnicero –le interrumpió y calló cerrando fuerte los ojos por el dolor de cabeza.
-¿Qué hacía alguien como tú en La Gran Central? Nuestro plan era agarrar a cualquiera que cayera en nuestras manos, pero no nos esperábamos a un mercante de Laroiss.
-Aunque te parezca patético, es un trabajo más honesto que robarle a otros. –ironizó.
-Todos tenemos nuestras razones… -dijo Molly, apartó la vista del muchacho. –Una no espera vivir toda su vida robando, esperas que llegue la oportunidad para abandonarlo todo, terminas robando primero para no morir de hambre… y luego para alguien más.
-¿Por qué ser ladrona?
-¿Por qué ser carnicero?

Hubo por un momento un silencio, que aunque no incómodo, era bastante aplastante para cualquiera de los dos jóvenes. Por sus mentes recorrieron su vida entera por unos instantes.

-Desde que tengo memoria he vivido en Laroiss con mi mamá… -explicó Neil y se fue sentando lentamente mientras lo narraba. –Ella es la dueña de la Carnicería del Abastor. Al principio me resultaba repugnante, ya sabes, tomar a cualquier animal y desollarlo con tus propias manos. A medida en que fui creciendo me interesó bastante el negocio familiar, creo que es lo más normal para un niño, seguir el ejemplo de sus padres.
Así fui convirtiéndome en el barredor, luego en el mercante andante, luego en el chico de los panfletos y ahora mi mamá me ha dado la oportunidad de finalmente convertirme en aprendiz de carnicero. Eso significa más que nada, atender a los clientes, hacer los cortes y entregárselos. Todo con el cello de garantía de mi familia.
La idea de que saliéramos con tu grupo fue de mi estúpido amigo Tedd. Él se enamora muy fácilmente y le atrajeron tus amigas, y hasta cierto punto tú.
-¿Yo? –lanzó la interrogante muy sorprendida.
-Si –contestó y prosiguió –Pero no lo tomes personal. La verdad es que no eres mal parecida.
-¡Qué insolentes! –Se puso de pie y comenzó a gritarle enojada -¡Ninguno de los dos sabe algo de mí!

Neil se guardó sus comentarios.
Sólo vio como poco a poco su enojo iba bajando hasta que ella también se sentó al otro extremo de la cámara para ver al chico de frente a lo lejos.

-Sabes… -comenzó a decirle tranquilamente, parecía que estaba deprimida. –La primera idea que le llega a una huérfana es que debe vivir su vida para conocer a las personas que la abandonaron: me refiero claro a sus padres.
Así crecí yo. En el orfanato del pueblo Lavandria; a cuatro lunas de Laroiss. Allí conocí a mucha gente, pero por más que me esforzaba nunca logré simpatizar con nadie. Ni siquiera los adultos quisieron adoptarme, nunca… poco a poco fui perdiendo mi sonrisa, hasta que un día ya no estaba en mi rostro.

Neil la miraba detenidamente.

-Al cumplir los 18 años, ya nadie te retiene en esos lugares. –explicó. –Comúnmente todos se quedan, hacen tantos amigos que no pueden darse el lujo de perderlos a todos.
Yo por mi parte en mis 18 años allí nunca conocí nada parecido a la amistad. Todos me veían de forma diferente; nadie quería jugar conmigo, ni hacer ninguna especie de actividad, ni salir, ni adoptarme, ni nada. Viví con la esperanza de que cuando pudiera salir de éste lugar iría en busca de mis padres, y así fue.
-¿Y qué pasó? –preguntó Neil con un nudo en la garganta.
-Nada más que la verdad… -replicó Molly con lágrimas en los ojos. –Una huérfana espera que el corazón de sus padres la reconocerían. Lo que más espera es que cuando llegue el momento, su vida volverá a la normalidad y que todos serían felices para siempre.
Al viajar descubrí que mi madre trabajaba en un prostíbulo. Que hijas le sobran en diferentes orfanatos. Al descubrir eso ni siquiera me molesté en conversar con ella. Fue la decepción más gran de mi vida. Sabía que lo último que quisiera hacer es seguir los pasos de mi madre.
Y mi papá…no había cumplido yo ni cuatro años en el orfanato cuando lo registraron muerto en la bahía. Ahogado en sus borracheras y drogas; la clase de vida que hubiera vivido si hubiera estado con ellos me hace preguntarme si mi destino fue horrible o lo mejor que me ha pasado en la vida.

Silencio.
Se produjo por unos momentos sólo para que la joven se pudiera limpiar sus lágrimas y continuar su historia con toda seriedad.

-Viajé, sólo por un tiempo para encontrar algo nuevo qué hacer con mi vida. Para sobrevivir tuve que robar. La primera vez que robas a otros te sientes terrible, pero tienes que sobrevivir, tienes que seguir viviendo. No puedes dejarte caer porque otros te pisarán.
A los 19 años llegué a Bornia. Una ciudad capital donde lo único que abunda son los diferentes tipos de empresas. Allí, junto con mis compañeras, tomamos un golpe fuerte; nos decidimos y después de unos días logramos entrar a una de las empresas más poderosas del mundo. Su edificio sobresale por toda la ciudad, aunque no está tan alto una ciudad como Bornia con empresas apretadas y escondidas como si de flechas se escudaran.
-Pero según sé en Bornia el único edificio que sobresale de todos los demás es…
-Si –respondió Molly. –Es el edificio de Monihiant Xyay. Uno de los muchos que tiene en todo el mundo.
-¿Trataste de robarle a Monihiant Xyay? –preguntó Neil intempestivamente.
-Fue uno de mis tantos errores. –Explicó. –Jamás pude verlo. Allí me encontré a un hombre que estaba muy interesado en que mis amigas y yo formáramos parte de un grupo de ladronas. Era eso, o entregarnos a las autoridades a responder por nuestras acciones: robarle al hombre más poderoso de la tierra.
Su nombre es Morgan Alley. La cabeza a cargo del edificio OMCPDM número 6 en la ciudad de Bornia. Él se encarga de que todo en ese lugar esté en un estricto orden.

La mirada de Neil era una combinación de desesperación pero con un toque de interés al seguir escuchando esa parte.

-… Él fue quien nos encargó que viajáramos a Laroiss. Entráramos al castillo de Catherine y robáramos una de sus gemas. Gemas que espero mis chicas las hayan encontrado y se las hayan llevado.
Y aquí estoy, contigo, encerrada por tu culpa, a punto de ser enjuiciada y morir en la horca.
-Lo lamento… -exhaló Neil entristecido.
-Descuida, tarde o temprano iba a pasar… alguien como tú va a salir libre. Pero alguien como yo, sin pasado, sin presente, sin futuro; no espera nada.

El joven evitaba cruzar mirada con ella. Era mucha su pena como para verla a los ojos y descubrir como tranquila esperaba a la muerte.
Ella se levantó y se tronó todos los huesos de su espalda en un movimiento con el que arqueo toda su columna, se lanzó a la dura cama y miró al muchacho.

-¿Cuál es tu sueño? –le preguntó seriamente.
-¿Mi sueño?
-Sí. Al menos resígnate a contestarme, no sé qué otra oportunidad tendré para hablar con alguien.
-Mi sueño… -pensó Neil por unos segundos, luego miró a la chica. –Supongo que convertirme en carnicero, y llevar la franquicia de mi madre más allá de sólo Laroiss. Tocar otras fronteras y ver lugares diferentes mientras hago lo que más me gusta: destripar y desollar la carne antes de ponerla a calentar. –dijo entre risas. -¿Y cuál es tu sueño?
-¡Bah! –gruñó Molly y se acostó con la mirada hacia el techo. –Alguien como yo no tiene sueños. Primero era ser bailarina, luego fue tener un amigo en el mundo, luego fue conocer a mis padres, luego fue superarme a mí misma. Cuando tu vida está llena de decepciones te quedas con el único sueño al que puedes seguir aspirando.
-¿Cuál? –preguntó Neil interesado.
-Seguir viviendo… -le contestó Molly y le clavó la mirada a sus ojos. Los ojos de Neil no pudieron evadir esa mirada; significaba tantas cosas en un solo segundo. Cuando estaba a punto de decir algo, la chica intervino con sus palabras. –Me recuerdas a alguien. Bueno, la primera vez que te vi te pregunté quién eras porque por un segundo, creí que eras la misma persona. Aunque por tu edad y estatura el parecido no te duró ni un segundo.
-¿A quién te recordé?
-A papá…-dijo y calló.

2 comentarios:

  1. por ahi vi que pusiste cello y es "sello"

    me gusta tu historia. Amé el personaje de Molly ya sube otra capitulo por favor!!!

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  2. :D sabía que te gustaría el personaje de Molly, tiene un aire como conocido xDDD no te parece???

    Poco a poco la historia dará más cosas de qué hablar.
    El otro capítulo ya está subido. gracias por el comentario

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